El mundo no es sólo occidente… En China se reunieron los más poderosos de Euroasia

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 Cuando Canadá reunía los más grandes líderes del hemisferio occidental, en China lo hacían los de Eurasia: los presidentes de 8 paises asiaticos parecen tener objetivos comunes. Trump evidenció las diferencias en el G7.

 

Mundo | Prensa IEU, artículo de la profesora Diana Gómez para El Espectador | Política Internacional |
 El fin de semana pasado el mundo presenció un hecho que evidencia la existencia de dos órdenes internacionales paralelos. Mientras en Canadá se reunían los más grandes líderes del hemisferio occidental, en China lo hacían los de Eurasia.

En Canadá se reunió el G-7 y debatió sobre los aranceles impuestos por Estados Unidos, lo que derivó en no ser éste signatario del comunicado conjunto de 27 puntos publicado horas después, y la declaración posterior de países de la UE de responder a la guerra comercial declarada por EE. UU. con sendos aranceles.

Entre tanto, la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), creada en 2001, llevaba a cabo su 18° cumbre en la que los presidentes de China, Rusia, Kazajistán, Kirguistán, Tajikistán y Uzbekistán junto a India y Pakistán se reunieron, además de contar con países observadores y socios de dialogo como Irán, Turquía y Afganistán.

Se trata de la más grande organización transregional que involucra a más del 60% de Eurasia, el 49% de la población mundial (3.500 millones de personas) y el 25% del PIB mundial, lo que contrasta con la dimensión del G-7: representa el 15% de área terrestre,  el 10% de la población mundial, y el 39% del PIB mundial.  Si bien el porcentaje del PIB mundial de los miembros más activos de la OCS es más bajo que el de los del G-7, su capacidad de crecimiento económico es exponencial. La OCS está destinada a convertirse en la piedra angular de la economía y la política de Eurasia, y referente obligado de la agenda global en pocos años.

Mientras Occidente cuenta con muy diversos escenarios multilaterales para negociar y proyectar las relaciones en las esferas de la política, la economía, la seguridad y la cultura, la OCS se proyecta en todos los cuatro órdenes, lo cual le imprime contundencia a sus decisiones en el orden internacional. 

Si bien se creó inicialmente como un espacio para la resolución de diferendos limítrofes cuando se le denominó “Los 5 de Shanghai”, con el paso del tiempo la OCS se ha convertido en un escenario para crear un consenso entre los más diversos intereses, respetando el principio de soberanía.

El fundamento inicial de su política fue la operacionalización de lo que el gobierno chino a fines de los noventa denominó el “Nuevo Concepto de Seguridad”. Para China, la seguridad era un tema que paulatinamente se había venido relacionando cada vez más con la época de la Guerra Fría y menos con las nuevas tendencias en relaciones exteriores, donde el discurso alusivo a la cooperación cobraba mayor protagonismo.

Desde la Guerra Fría, la seguridad de un país se había edificado sobre la inseguridad de los otros, y la manera como se preservaba dicha seguridad dependía permanentemente de las capacidades militares, así como de las alianzas de dos o más potencias en contra de un tercero -el equilibrio de poder-.

No obstante, la creciente interdependencia económica que se afianzaba entre las distintas economías asiáticas, creaba las condiciones para formular un nuevo patrón en las relaciones de seguridad regionales, superando la mentalidad de la Guerra Fría, y dando lugar a negociaciones bilaterales con resultados exitosos en el ámbito multilateral. El resultado de los consensos sería la confianza mutua, un recurso de poder escaso en Occidente. En ese contexto, la OCS replantea las relaciones con Occidente desde cuatro perspectivas:

En el orden político se constituye en un frente de acción unificado para hacer contrapeso frente los intereses e influencia de las potencias occidentales encabezadas por Estados Unidos en Asia Central.

Tras el 11 de septiembre, Asia Central se erigió como frente principal de operaciones en la Guerra Global contra el Terror (GWOT). Bajo el concepto de “Gran Oriente Medio”, esta inmensa área se convirtió en objeto de la política estratégica Post-Guerra Fría de EEUU. La potencia norteamericana estableció bases en Asia Central bajo el interés de la contención, a menos que derrotara a los talibanes en Afganistán.

Sin embargo, la reemergencia de China y Rusia como potencias generó dificultades para Estados Unidos en la región. Uzbekistán, por ejemplo, convertido en Estado pivote para la política norteamericana en el área desde mitad de los años noventa, principal aliado en Asia Central en la GWOT y punto de apoyo para las operaciones en Afganistán, progresivamente viró hacia Rusia y China y expulsó la base estadounidense de Karshi Khanabad en 2005. A esto se suman los intentos fallidos de EEUU de extender la OTAN hacia el este.

La OCS se configura  a su vez como una gigantesca área de integración económica en la que China ha puesto en marcha proyectos de rehabilitación de la infraestructura económica, vial, férrea, y de conectividad  que le ha permitido a Beijing acceder de manera directa al petróleo y al gas centroasiático.

Esta iniciativa confluyó con los intereses rusos de dejar la dependencia del mercado europeo en la venta de productos minero-energéticos, centrándose en China como comprador. A esto se suman iniciativas económicas regionales como BRI, conocida como la  nueva ruta de seda, liderada por China, y   la Unión Económica Euroasiática, creada por Rusia, que se enmarcan en los lineamientos de la OCS.

En el orden de la seguridad, los ejercicios militares conjuntos de miembros de la OCS es evidencia de su papel en la esfera de la colaboración militar.

La OCS representa también la utilización de la cooperación multilateral como defensa contra la difusión de valores que Occidente considera universales. El ‘Espíritu de Shanghái’ puede ser un escenario idóneo para que líderes no occidentales sean cada vez más vehementes en expresar su rechazo a las normas democráticas occidentales y estén dispuestos a trabajar juntos para asegurar la supervivencia de sus regímenes.

La proyección de la OCS y las desaveniencias al interior del G-7 son otro factor que evidencia la fractura del actual orden internacional y el proceso de configuración de uno nuevo que muestra que el mundo no es solamente el mundo occidental. 

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