Las ciudades se toman el futuro
Los gobiernos de las ciudades han pasado de simples gestores de políticas públicas, a ser actores políticos de primer orden; y las urbes que administran, en laboratorios de soluciones a retos globales que se manifiestan localmente, como el cambio climático y la innovación.
Detrás de esos cuatro aspectos de impacto urbano mundial se yerguen como trasfondo dos realidades: una de ellas es la capacidad de las ciudades para establecer y afianzar relaciones globales y, en ese contexto, la segunda es determinar cuál es y cuál debe ser el papel de los gobiernos urbanos.
En relación con el primer evento, el calentamiento global, la Organización de Naciones Unidas (onu) indica que este es uno de los principales problemas que afrontan las ciudades, ya que consumen cerca de dos tercios de la energía del mundo y representan el 75 % de las emisiones de carbono.
En Estados Unidos numerosos gobiernos urbanos han expresado de manera activa su apoyo a la defensa de las promesas sobre el Acuerdo de París, a pesar de que el presidente Donald Trump manifestó su retiro, lo cual abre la puerta para que la acción de los gobiernos locales estadounidenses sea relevante en la ejecución de políticas subnacionales en pro de una problemática mundial como la financiación climática global por encima del Estado nación.
El Grupo de Liderazgo Climático, conocido como c-40, es una iniciativa creada en 2005 por los alcaldes de 18 ciudades, quienes se reunieron en Londres para conformar una red de megaurbes comprometidas con el cambio climático, que hoy agrupa a 90 ciudades del mundo. El 30 % de sus acciones relacionadas con el clima se realizaron con colaboraciones de otras ciudades, y el 70 % restante de estos esfuerzos fueron facilitados por el propio grupo. El alcance y la influencia de las redes urbanas y regionales se constituyen así en una respuesta contundente independiente de las políticas nacionales del Norte global industrializado.
En 2008 la Unión Europea creó el Pacto Global de Alcaldes (The Covenant of Mayors), con un objetivo muy similar al del c-40: reunir a los gobiernos locales comprometidos voluntariamente para alcanzar y superar los objetivos climáticos y energéticos de la región. La iniciativa introdujo el primer acercamiento de abajo hacia arriba en pro de tomar acciones en materia energética y climática. Hoy reúne más de 7.000 autoridades locales y regionales de 57 países.
Así mismo, teniendo en cuenta que el cambio climático está revolucionando los órdenes respecto a quién lidera y ejecuta políticas que impactan la vida de los ciudadanos, en 2017, por ejemplo, la Comisión Europea y el Banco Europeo de Inversiones crearon urbis (en inglés Urban Investment Support, ayuda a la inversión urbana), una iniciativa fundada para proporcionar asesoramiento a las autoridades urbanas al facilitar, acelerar y desbloquear proyectos, programas y plataformas de inversión urbana. Aquí pueden solicitar apoyo las ciudades de todos los tamaños en todos los Estados miembros.
Capital, talento y servicios
Respecto al ámbito económico, según el Banco Mundial las ciudades generan alrededor del 80 % del producto interno bruto (pib) global. Por ejemplo Hanoi y Ho Chi Minh aportan el 70 % del pib de Vietnam, y Kinshasa representa el 85 % del pib en la República Democrática del Congo.
Hoy las 20 ciudades más ricas del mundo son el hogar de más del 75 % de las compañías más grandes, que a su vez invierten en expandirse dentro de ellas y ampliar la red interurbana. Estas vienen forjando un circuito impulsado por el capital, el talento y los servicios.
De esta manera, el capital se hace presente y opera en ciudades diferentes a la localidad de origen, dando lugar a que las áreas urbanas se conviertan en centros de operaciones financieras e industriales dinamizadas con capital foráneo, lo cual impacta las economías “nacionales”. Esto está dando lugar a una realidad palmaria: ciudades que son mucho más funcionales que sus Estados, como en el caso de Lagos (Nigeria), Karachi (Pakistán) y Mumbai (India).
De las ciudades inteligentes a las ciudades sabias
El desarrollo industrial y en ciencia, tecnología e innovación está dando lugar a la Cuarta Revolución Industrial, o Revolución 4.0, que tiene elementos clave como inteligencia artificial, big data, internet de las cosas, impresión 3d, nuevos materiales, robótica, blockchain, biotecnología y nanotecnología. Esta tiene a las ciudades como escenarios por excelencia de dicha transformación.
El concepto de “ciudad inteligente” se introduce como un dispositivo estratégico para abarcar los factores modernos de la producción urbana, y en particular para destacar la importancia de las tecnologías de la información y la comunicación, y específicamente se ha utilizado para mejorar el perfil competitivo de una ciudad.
La economía digital “desterritorializada”, que se caracteriza por la producción más allá de las fronteras y el consumo de bienes y servicios digitales, reta a las políticas públicas sobre impuestos y comercio, basadas en su mayoría en el factor territorial, lo que explica las dinámicas económicas que trascienden fronteras e interconectan ciudades generando disrupciones para la soberanía estatal.
Según esto, para 2025 habrá al menos 40 megaciudades, 25 de las cuales estarán en Asia. Allí el concepto de ciudades inteligentes ha evolucionado desde una visión exclusiva centrada en la tecnología (“ciudades inteligentes 1.0”) hasta un esfuerzo por identificar oportunidades que con el uso de la tecnología generen una mejor calidad de vida para los ciudadanos (“ciudades 2.0”), adoptando una visión cultural enfocada en el ser humano como centro del desarrollo urbano integral.
De ahí que algunas voces reclamen la necesidad de apostar por wise cities (ciudades sabias), y no por smart cities (ciudades inteligentes), donde la innovación no es solo tecnológica sino también social.
La Ruta de la Seda del siglo XXI
En el orden geopolítico, otra iniciativa de gran impacto global es la Nueva Ruta de la Seda, o Belt and Road Initiative, con la cual China está en proceso de reorganizarse en torno a 24 grupos de gigaciudades de hasta 100 millones de ciudadanos cada una.
Su nombre fue acuñado en 2013 por el presidente de China, Xi Jinping, quien se inspiró en el concepto de la Ruta de la Seda establecida durante la dinastía Han, 2.000 años atrás, una antigua red de rutas comerciales que durante siglos conectó a China con el Mediterráneo a través de Eurasia.
Este programa transformador define como sus cinco prioridades principales: la coordinación de políticas, la facilitación de la conectividad, el comercio sin trabas, la integración financiera y el establecimiento de nuevos vínculos entre las personas.
La iniciativa abarca casi 70 países con una población de más de 4,8 billones de personas, más de la mitad de la población del planeta. Cubre economías por un valor total de alrededor de 21 billones de dólares, que representan el 62 % del pib mundial, y aproximadamente el 65 % y el 30 % de la producción económica mundial basada en la tierra y el mar, respectivamente.
En ese sentido, la Nueva Ruta de la Seda está impactando de manera incontestable el mapa urbano no solo doméstico sino mundial, al reconfigurar un nuevo orden internacional a través de la integración económica euroasiática –toda una transformación de gran impacto geoeconómico– que otorga un gran valor geopolítico tanto a Asia Central y a los océanos Índico y Pacífico como a ciudades estratégicas desde China hasta Europa, como Astaná (Kazajistán), Teherán (Irán), Moscú (Rusia), Colombo (Sri Lanka), Gwadar (Pakistán), Nairobi (Kenia), Venecia (Italia), Pireo (Grecia) y Róterdam (Holanda).
En resumen, las relaciones globales emprendidas por las ciudades y sus gobiernos son un síntoma claro del cuestionamiento de fondo sobre el actual rol de los Estados, dados los efectos de su descentralización y debilitamiento, máxime en un contexto de creciente globalización.
El protagonismo de las ciudades se aúna al hecho de que las políticas locales tienen una incidencia cada vez mayor sobre los principales temas de la agenda global, y viceversa, lo cual augura que al cabo de unas pocas décadas las ciudades habrán recobrado el protagonismo que tuvieron antes.