Partido definido por mentiras

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Mundo | Por Paul  Krugman, tomado de AM León | Opinión |
 Mi primer año como columnista de opinión de The New York Times, no se me permitió usar la palabra “mentira”.Ese primer año coincidió con la elección presidencial del año 2000 y el entonces candidato George W. Bush estaba, de hecho, siendo deshonesto de manera sistemática sobre sus propuestas económicas; decía falsedades sobre quién se beneficiaría de su recorte fiscal y las consecuencias de la privatización de la Seguridad Social. No obstante, la noción de que uno de los principales candidatos a la presidencia fuera más allá del sesgo positivo para mentir descaradamente todavía parecía intolerable y decirlo se consideraba totalmente inaceptable.

Evidentemente, esa prohibición ya no aplica para esta página de opinión y las principales organizaciones mediáticas están cada vez más dispuestas a señalar las falsedades descaradas. No obstante, siguen tratando de darle al blanco mientras se mueve, porque las mentiras siguen haciéndose cada vez más grandes y generalizadas. De hecho, a estas alturas el mensaje de campaña del Partido Republicano solo está compuesto por mentiras; es difícil pensar una sola verdad con la que los republicanos estén contendiendo.
En efecto, se trata de un problema republicano (y no solo es Donald Trump). Los demócratas no son santos, pero en general sus campañas tienen que ver con problemas verdaderos, y por lo general, de hecho, defienden más o menos lo que afirman defender. Los republicanos no y la total deshonestidad de las campañas electorales republicanas debería ser en sí misma un problema político determinante, porque a estas alturas define la naturaleza del partido.
¿Sobre qué mienten los republicanos? Como dije, casi sobre todo. No obstante, hay dos temas importantes. Mienten sobre su agenda, fingiendo que sus políticas ayudarán a la clase media y la trabajadora cuando, más bien, harán lo contrario. También mienten sobre los problemas que enfrenta Estados Unidos, publicitando una amenaza imaginaria por parte de atemorizantes personas de piel morena y atribuyendo, cada vez mas, esa amenaza a conspiradores judíos.
Ambas clases de mentira están enraizadas en la verdadera agenda del Partido Republicano.
Lo que los republicanos defienden en realidad, y lo han hecho desde hace décadas, es recortar los impuestos a los ricos y acabar con los programas sociales. Como era de esperarse, el año pasado lograron aprobar un enorme recorte fiscal dirigido principalmente a las corporaciones y a los ricos y estuvieron a un voto de aprobar una “reforma” sanitaria que, según la Oficina Presupuestal del Congreso, habría ocasionado que 32 millones de estadounidenses se quedaran sin cobertura médica.
El problema del Partido Republicano es que esta agenda es profundamente impopular. Una importante mayoría de estadounidenses se opone a los recortes a los principales programas sociales, mientras que la mayoría de los electores quiere elevar, no reducir, los impuestos a las corporaciones y a aquellos que más ganan.
No obstante, en lugar de cambiar su agenda para atender las preocupaciones del electorado, los republicanos han recurrido a una estrategia de engaño y distracción. Por un lado, en lo que respecta al contenido de sus políticas, han adoptado la postura de que lo blanco es negro y arriba es abajo. Lo más espectacular de todo es que se hacen pasar por defensores de la protección para las personas con enfermedades preexistentes, misma que su fallido proyecto de ley habría eliminado, y que ahora están tratando de eliminar en los tribunales. Además afirman que los demócratas son quienes están poniendo en riesgo Medicare.
Por el otro, están recurriendo a un clásico: el miedo racial.
No obstante, vender miedo racial era más fácil en los ochenta y principios de los noventa, cuando Estados Unidos realmente sufría de altos niveles de delincuencia en los barrios pobres de las ciudades. Desde entonces, los delitos violentos han disminuido.
¿Qué le queda a un alarmista? La respuesta: mentir.
Las mentiras no han cesado desde el discurso de la toma de protesta de Trump, que transmitió una visión falsa de la “carnicería estadounidense”. No obstante, se han vuelto mucho más extremas, llegando al grado de retratar a una pequeña caravana de refugiados, que todavía se encuentra a 1609 kilómetros de la frontera, como una invasión amenazante e inminente, que de algún modo está plagada de terroristas enfermos del Medio Oriente.
Ahora está la insinuación añadida de qué siniestros financiadores judíos son los verdaderos culpables detrás de esta invasión. Porque ahí es donde siempre acaba la gente que hace este tipo de cosas.
Lo fundamental que debemos entender es que estas no son solo mentiras feas y destructivas. Más que eso, moldean la naturaleza del Partido Republicano. Ahora resulta imposible tener integridad intelectual y consciencia mientras se sigue siendo un republicano fiel al partido. Algunos conservadores tienen estos atributo, pero casi todos ellos han dejado el partido, o están al borde de la excomunión.
Los que quedan son fanáticos dispuestos a hacer lo que sea para hacerse del poder, o bien, cínicos dispuestos a estar de acuerdo con todo por una tajada del botín. Así mismo, resulta tonto imaginar que hay algún límite en qué tan lejos estaría dispuesto a ir un partido de fanáticos y cínicos. Cualquiera que pudiera tener un escollo, alguna línea roja infranqueable de mal comportamiento, ya ha tomado la salida.
Por eso la campaña republicana construida enteramente con base en mentiras debería por sí misma ser un problema político: una razón para votar por los demócratas incluso si quieren recortes fiscales. Ya que no solo estamos hablando de un partido que vende malas ideas mediante declaraciones falsas. La adicción a las mentiras también lo ha convertido —hay que decirlo sin cortapisas— en un partido de gente mala.
Así que, ¿qué hará este partido si conserva todo el control delCongreso la semana próxima? Lo que hemos visto una y otra vez es que, para estas personas, no hay límites ni fondo. Si logran salirse con la suya en estas elecciones intermedias, esperen lo peor.

 
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