¿A quién comprar los alimentos de origen agropecuario?

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Tome una decisión económicamente alternativa, ambientalmente sostenible y socialmente solidaria

 

Por José Alfonso Valbuena Legízamo | Columnista | Opinión |
 
Actualmente la oferta de alimentos de origen agropecuario cuenta con una variada posibilidad de puntos de distribución y venta. De un lado se encuentran las centrales de abastos, dedicadas al comercio mayorista y minorista, constituidas como sociedades anónimas y vinculadas a la Red Nacional de Centrales de Abasto:  La Mayorista de Itagüí, Granabastos de Soledad, Cavasa de Cali, Centroabastos de Bucaramanga, Mercasa de Pereira, Cenabastos de Cúcuta, Mercabastos de Valledupar, Mercar  de Armenia, Surabastos de Neiva, Central de Abastos de Villavicencio, Centroabastos de Duitama, Central de Abastos de Sincelejo, y Corabastos de Bogotá.

También encontramos los denominados hipermercados, grandes almacenes, tiendas de bodega o grandes superficies comerciales; que corresponden a negocios de diez a quince grandes empresas en el país, caracterizados principalmente por la comercialización minorista (sector retail), el autoservicio del cliente, la ocupación de superficies representativas de más de cuatrocientos metros cuadrados, y la aglomeración de productos y servicios en un mismo espacio. En esta categoría se ubican tiendas por departamentos y cadenas de almacenes.

En pugna por el mercado de alimentos con las centrales de abastos y las grandes superficies, se ubican las cadenas de supermercados medianas, cadenas independientes, mercados emergentes o tiendas de cercanía, caracterizados por la ubicación próxima, poco personal y precios al alcance de los consumidores finales, y su proliferación en capitales y municipios. Estos autoservicios han impactado el mercado, incluyendo a las tiendas de barrio o llamadas tiendas de líchigo y minimercados, que venden verduras y frutas y otros productos de la canasta básica de alimentos, ubicadas principalmente en estratos 1, 2 y 3, sumando más de doscientos mil negocios en el país.

A pesar de la gran competencia existente en la venta de alimentos de origen agropecuario, subsisten en ciudades capitales y municipios las plazas de mercado, conocidas también como galerías. Han sido ellas los centros de abastecimiento tradicionales de productos agroalimentarios, pero además, son espacios culturales donde se pueden encontrar artesanías y riqueza arquitectónica de sus instalaciones, en medio de una estética particular de colores, sabores y olores diversos, provenientes de los productos y la variedad gastronómica que allí se ofrece. Las plazas de mercado son punto de encuentro entre la ciudad y el campo, son escenarios de la sabiduría tradicional representada en los usos de las yerbas y del patrimonio biodiverso, donde se puede departir con la marchanta que utiliza sus bolsillos como caja registradora mientras emplea un dicho popular o un refrán para amenizar el encuentro. Todo esto hace que las plazas de mercado se consideren incluso destinos turísticos, comparables algunas de ellas con los hermosos mercados de Cuzco o Xochimilco.

Finalmente, la compra de alimentos de origen agropecuario en Colombia puede hacerse en los Mercados Campesinos. Una definición de estos mercados la ofrece Dejusticia en los siguientes términos “Los mercados campesinos son estrategias que posicionan la economía campesina en los sectores urbanos, pues acortan el trayecto recorrido por los alimentos para llegar a la mesa de los consumidores. Allí no hay productos vendidos por intermediarios ni alimentos importados. Es la comida local para la gente local con precios justos para los consumidores y ganancias razonables para los pequeños cultivadores”.

Con una apreciable tradición en ciudades capitales y municipios del país, los mercados campesinos, surgidos como alternativa de organizaciones sociales, ha encontrado eco en algunas administraciones locales como un punto de apoyo para la agricultura familiar y a la mujer rural; el desarrollo rural con enfoque territorial; la seguridad, soberanía y autonomía alimentarias; el emprendimiento y la asociatividad de los campesinos. El esquema de Circuitos Cortos de Comercialización (CCC) en la compraventa agroalimentaria evita la cadena de intermediación e impulsa la agricultura familiar, permitiendo al productor obtener mejores precios y al consumidor reducir el gasto en la compra de alimentos.

A la hora de conseguir sus alimentos piense dónde el dinero le va a rendir más, qué productos provienen de una relación más amigable entre la sociedad y la naturaleza, y a quién está apoyando con su compra.

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