El estallido social pospandemia de America Latina
«Ya está empezando una segunda ola de estallido social»: entrevista a María Victoria Murillo.
La crisis sanitaria y económica por el coronavirus ha agudizado los problemas estructurales que venía arrastrando América Latina, por lo que María Victoria Murillo anticipa un futuro con un mayor fraccionamiento político y polarización.
Como profesora titular de Ciencia Política y de la Escuela de Asuntos Públicos e Internacionales y directora del Instituto de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Columbia, Murillo lleva años analizando los fenómenos que afectan a la región.
Tal como están las actuales condiciones, la investigadora ve que el camino está cada vez más despejado para la aparición de outsiders (forasteros) que con discursos populistas -de derecha o de izquierda- se presenten como la única alternativa a los políticos tradicionales.
Doctora de la Universidad de Harvard, investigadora post-doctoral en la misma universidad y exprofesora de la Universidad de Yale, Murillo trabaja en temas relacionados con economía política, comportamiento electoral, debilidad institucional y formación de políticas públicas en América Latina.
Esta es la entrevista hecha por BBC Mundo, editada por razones de longitud y claridad.
Desde una perspectiva política, ¿cómo está afectando la pandemia de covid-19 a América Latina?
La región estaba bien mal antes de la pandemia. Terminamos 2019 con crisis institucionales en países como Perú o Paraguay. Gente en la calle en Ecuador, Chile, Colombia. Vimos muchas crisis atravesando toda la región y en ese contexto llega la pandemia.
La mayoría de los gobiernos, con excepción de los casos de México y Brasil, reaccionan con bastante velocidad estableciendo cuarentenas, lo que les aumenta su popularidad en el corto plazo. Sube en aquellos países donde la popularidad estaba en el piso, como es el caso de Piñera en Chile, y también sube donde el presidente tenía un alto nivel de popularidad, como ocurre con Bukele en El Salvador.
Pero después se empieza a ver que no da resultado. Lo que pasa es que las primeras reacciones presidenciales no son suficientes para resolver los problemas estructurales de América Latina.
Estamos hablando de la región más urbanizada del mundo, pero al mismo tiempo la más desigual. Tiene un sector informal enorme que demuestra la debilidad estatal. Y la debilidad estatal se expresa de muchas maneras, como por ejemplo, la falta de infraestructura de salud.
El caso paradigmático es el caso peruano, donde por más que Vizcarra actuó con rapidez, no pudo evitar convertirse en el país con más muertes por habitante del mundo.
De hecho Perú fue el primer gobierno en reaccionar ante la pandemia. ¿Qué pasó, por qué las cosas se salieron de control?
En Perú la rapidez no pudo evitar que hubiera la misma corrupción que hay siempre en la compra de los insumos, no impidió la falta de respiradores y camas de hospital para terapia intensiva tras años de falta de inversión.
La rapidez no impidió que por más de que hayan invertido mucho dinero en compensar a la gente para que se quede en su casa, al final mucha de esa gente no estaba dentro del sistema bancario, y al tener que salir a buscar el dinero, terminaron aumentando los contagios.
Incluso después de cobrar, como mucha de esa gente no tiene acceso a electricidad, no tiene acceso a heladeras, está obligada a salir todos los días a comprar comida a los mercados. Esos problemas estructurales no se resuelven con la buena voluntad de un presidente que establece la cuarentena.
Eso ha hecho que los ciudadanos de la región se den cuenta que había un espejismo.
¿De qué se trata ese espejismo?
En los 2000 hubo esa esperanza de que las cosas estaban mejorando, de que caía la desigualdad, de que aumentaba la movilidad social y la clase media. Pero al final era un espejismo. Los ciudadanos venían despertándose poco a poco y la pandemia fue un golpe fuerte.
Mucha gente empezó a decir que los Estados no sirven para nada, que tenemos una clase política que no está a la altura de las circunstancias. Entonces vemos que la pandemia aumentó la desilusión con toda la clase política y aumentó la posibilidad de que los outsiders (forasteros) se aprovechen de esta situación de descontento social.
Si uno mira las elecciones en Brasil, México y El Salvador, que son los tres outsiders más dramáticos que hay en este momento, son todas elecciones que vienen de momentos de gran descontento con las soluciones políticas tradicionales, especialmente en lo que se refiere a la economía, la corrupción. y el crimen.
Entonces el descontento con la clase política permitió que ganaran outsiders que prometían llegar al poder y cambiarlo todo.
Pero eso no es así. Por más que Bolsonaro grite y tenga actitudes de índole autoritarias, hay gobernadores, hay una Corte Suprema que no le es leal, hay un Congreso con muchos intereses propios donde él no tiene un partido que lo apoye y que domine las votaciones. Entonces, eso genera mucho conflicto, pero no necesariamente una capacidad de controlar todo.
En el caso de El Salvador, donde Bukele tiene una popularidad gigantesca y donde ganó las elecciones de una manera arrolladora, su capacidad de concentrar el poder y de imponerse, si bien también tiene conflictos con el Congreso con el Poder Judicial, es mayor.
En un contexto de vacas flacas como el que vivimos ahora y que con la pandemia será aún peor, la polarización será la manera más fácil de hacer campaña electoral.
Si yo soy un outsider, me presento como «yo, contra los malos», «ellos son los corruptos, los ladrones y yo vengo a traer la solución».
Pero López Obrador no era un completo outsider…
Sin duda viene del Partido de la Revolución Democrática (PRD), pero se presenta a sí mismo como un outsider, como un candidato contra la política, contra los políticos. Es una cosa simbólica muy fuerte. La idea de que él es como la gente y no como los políticos tradicionales.
Lo mismo Bukele. Él dice que ninguno de los dos grandes partidos sirve y se muestra como si llegara a cambiar todo lo que existe. En ese sentido son outsiders.
Usted ha dicho que la pandemia está aumentando la fragmentación en América Latina. ¿En qué países se da con mayor fuerza este fenómeno?
El país más fragmentado de todos es Perú, donde actualmente hay más oportunidades para la emergencia de un outsider. No quiero decir que vaya a pasar, pero sí se me ocurre que cualquiera que venga y diga que va a cambiar todo, como en su momento lo hizo Fujimori, tiene una muy buena chance en un país donde la gente está muy cansada con todo lo que hay.
Y me parece que la mejor manera para un outsider de mantenerse en un contexto de recesión económica es polarizar.
Es decir, prometer mano dura, anticorrupción… En fin, tú buscas con qué polarizas. Si no puedes tratar de armar consensos para darle un poco a todo el mundo, es mucho más fácil polarizar en temas que no sean económicos, especialmente.
Lo que veo es un fenómeno de fragmentación con tendencia a polarizar.
¿Qué otros países podrían caer en este fenómeno de fragmentación con tendencia a polarizar?
Chile es un país a observar. Estoy viendo un sistema de partidos en medio de un proceso de descomposición que puede resultar en una cosa atomizada o puede resultar en que emerja alguien que pretenda acabar con la moderación que ha caracterizado a Chile desde la transición democrática.
Un outsider que ofrezca una visión mucho más polarizada de la sociedad.
¿Podría aparecer en Chile un líder populista tanto de derecha como de izquierda?
Sí, de derecha o izquierda, un poco da igual, lo que tenga más resonancia en el electorado. Y por eso yo decía que hay que pensar en ese electorado que ha sido el gran perdedor de la pandemia, que son esos votantes que tenían que salir a trabajar porque no pueden quedarse en su casa, pero al mismo tiempo no son lo suficientemente pobres para recibir ayuda directa de planes sociales. Son los que han perdido su ingreso, pero no están en la red de apoyo social básico.
¿Y dónde se ubica ese segmento del electorado en la estratificación social?
Es el sector que el Banco Mundial ha denominado como los vulnerables. Es el sector que había entrado en la clase media baja con el boom de los commodities (materias primas) y volvieron a caer. Es un sector que, el mismo Banco Mundial decía, no tiene ahorros y no resiste un shock económico.
¿Cuáles han sido las consecuencias políticas de la pandemia en la región?
La pandemia exacerba los problemas que vienen de antes. Y frente a una crisis la población busca que los políticos se hagan cargo y que la cuiden. Por eso la primera reacción es positiva cuando los políticos se hacen cargo de lo que está pasando.
Pero aquí hemos visto un fracaso. Independientemente de lo que hayan hecho, a todos los países les ha ido mal.
Incluso en países donde actuaron de manera coordinada el gobierno y la oposición, como en Argentina, me parece que la gente que tenía una esperanza, ahora está con muchísima más desazón.
El caso chileno es distinto porque ya nadie confiaba en Piñera, o como en Ecuador, donde Lenín Moreno más abajo no podía caer. De algún modo la elección traerá la esperanza de algo mejor. Pero ese «algo mejor», ese nivel de expectativa, va a ser muy difícil de cubrir en un contexto de crisis económica.
La pandemia entonces está provocando más inestabilidad y fragmentación política…
La pandemia está agudizando la fragmentación política en América Latina que ya existía.
A fines del año pasado vimos una ola de estallidos sociales en la región. Ahora con el endurecimiento de las condiciones económicas y la fragmentación política, ¿podríamos estar frente al inicio de una segunda ola de estallido social?
Me parece que ya está empezando una segunda ola de estallido social. Lo hemos visto en Bolivia con los bloqueos en las rutas por la elección presidencial de octubre. Lo hemos visto en Colombia con las protestas contra la brutalidad policial, Lo estamos viendo en Argentina y en Chile.
El cansancio de la cuarentena hace que se empiece a vencer el miedo al contagio y que la gente esté saliendo a protestar a la calle cada vez más.
¿Es posible que dentro de este contexto de malestar creciente, algunos presidentes no logren terminar su mandato?
Es difícil saber. El caso más claro es el de Perú, donde los presidentes duran bastante poco últimamente. En el resto, mi impresión es que la crisis es tal que tampoco es claro que alguien quiera hacerse cargo. Si yo fuera oposición, esperaría ganar en elecciones porque las probabilidades de ganar son bastante altas, porque el descontento con los oficialismos en muy grande.
Ahora vienen las elecciones en EE. UU. ¿Qué consecuencias puede tener para la región el triunfo de Donald Trump o de Joe Biden? ¿Cómo nos puede afectar?
A Trump lo único que le importa de la región es el voto en el estado de Florida y eso hace que le ponga atención a Venezuela, lo cual es bastante malo para Venezuela porque el proceso democrático se atrasa cuando se puede acusar al imperialismo norteamericano. Eso ya lo vimos en Cuba durante muchísimas décadas y todavía estamos esperando la democracia.
No creo que sea bueno para la región ni para Venezuela. La otra cosa es que si gana Trump, seguiría esta tensión y competencia con China. Me parece que la pelea con China continuaría y América Latina queda como peón en medio de ese juego.
Si gana Biden, creo que volveríamos a la política más tradicional de EE. UU. frente a la región, como lo que vimos en la época de Obama. Mayor atención puesta en países como Cuba, Centroamérica, México, Colombia y Venezuela, fundamentalmente.
Pero estamos hablando de una política más amigable, que trata de buscar aliados, de construir una hegemonía que Estados Unidos está perdiendo frente a China en el mundo.
.