El capitalismo benévolo y el capitalismo maligno

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El capitalismo, para mantenerse y expandirse, se ha valido de la razón, la ley, pero también de la fuerza, la violencia, la depredación y la apropiación de bienes ajenos.

Por Francisco Cortés Rodas | Tomado de El Colombiano | Opinión |
Eso lo sabemos hace tiempo: no hay un capitalismo. Hay diferentes formas del capitalismo. El chino es muy distinto del alemán; el ruso, del chileno. Lo que no sabíamos es que en Antioquia desde los noventa floreció un capitalismo “virtuoso”, construido mediante una estructura empresarial con un sistema de propiedad cruzada, denominado el GEA. Es “virtuoso”, afirman sus defensores, porque siendo un gran grupo capitalista ha generado en la región empleo y contribuido a mejorar la calidad de vida y la seguridad.

Otra de las virtudes que le atribuyen al capitalismo benévolo es la creación de organizaciones basadas en el concepto de filantropía moderna. Sus defensores introducen términos ajenos a la teoría política como capitalismo virtuoso (GEA) y capitalismo malo, mentiroso (Gilinsky, Sarmiento, Santodomingo), y para rematar denominan “pecados” a las formas de acumulación de capital basadas en la desposesión (Salazar-A). ¿Será pecado el aprovechamiento que Argos hizo de la situación de desplazamiento forzado que obligó a algunos campesinos a vender sus predios a Tekia S.A., sociedad de Argos? Pecado es un eufemismo y por eso el Tribunal de Restitución de Tierras ordenó en 2019 la restitución de los predios a los campesinos. ¿Será pecado la fórmula corporativa con la que el GEA aprovechó a una empresa pública como EPM para satisfacer sus propios intereses?

Es un moralismo maniqueo pretender diferenciar entre capitalismo benévolo y maligno. El GEA es un gran grupo capitalista, que, como todos los participantes en el mundo de la competencia, busca incrementar sus beneficios y colocar su dinero en donde pueda obtener mayores ganancias. El capitalismo penaliza a quien desconozca esto, excluyéndolo del sistema. El capitalismo, para mantenerse y expandirse, se ha valido de la razón, la ley, pero también de la fuerza, la violencia, la depredación y la apropiación de bienes ajenos.

La filantropía moderna es otro eufemismo que sirve para justificar lo poco que han hecho los capitalistas antioqueños y colombianos en términos de justicia social. Filantropía es caridad, no justicia social. En Colombia, según el Dane, hay más de siete millones de personas que solamente pueden comer una vez al día. ¡Un escándalo! Y la tierra se ha concentrado en pocas manos. El 77 % de la misma está en poder del 13 % de propietarios y 3,6 % de estos tiene el 30 % de la tierra (Reyes, 2018). Por tanto, es necesario un proceso de justicia social redistributivo.

Hoy no hay alternativa distinta que la de transformar el orden político y económico para que regule democráticamente el capitalismo a fin de ponerle límites a sus excesos y redistribuir la riqueza, mediante la imposición de impuestos progresivos favoreciendo el bien común. Como mínimo se debe proponer una nueva forma de Estado social de bienestar con los siguientes elementos: igualdad jurídica, libertad civil, participación democrática, igualdad social de oportunidades y justicia económica. E incluir una renta básica universal, un sistema fiscal simple, redistributivo y favorable al empleo y un régimen de salud universal independiente del empleo, educación superior pública y gratuita. En este sentido, hablan solamente los miembros del Pacto Histórico y Alejandro Gaviria. 

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