Aunque el departamento y el Distrito aprobaron la Región Metropolitana, municipios no la aceptan

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A pesar del proceso, la Región Metropolitana quedará como un elefante blanco por cuanto no se cumplió con el requisito de participación ciudadana

Por Nancy Patricia Gutiérrez |Tomada del diario El Tiempo | Opinión |
 Casi 9 millones de habitantes entre Bogotá y los municipios de Cundinamarca que la colindan hacen la región de mayor población y actividad económica del país, en la que predomina la inequidad en la distribución de oportunidades de bienestar.

Con el fin de buscar el desarrollo sostenible y la prestación eficiente de servicios para los habitantes de los municipios conurbados, en 2020 se modificó la Constitución Política para crear la Región Metropolitana Bogotá, Cundinamarca. En febrero de este año se sancionó la ley que la desarrolla, momento desde el que se inició su implementación, la cual se confirma a través de decisiones de la Asamblea de Cundinamarca y del Concejo de Bogotá.

A pesar del proceso, la Región Metropolitana quedará como un elefante blanco por cuanto no se cumplió con el requisito de participación ciudadana y de las entidades territoriales involucradas, desde el mismo trámite de la ley orgánica (2199/2022) y de la ordenanza departamental. 

Aunque el departamento y el Distrito rápidamente aprobaron la conformación de la nueva entidad administrativa, los municipios se rehúsan a aprobar su inclusión, lo cual hace que se frene la ilusión de la alcaldesa de Bogotá y del gobernador de Cundinamarca de crear un órgano burocrático que les garantice mayor poder político en la región más poblada del país. 

La situación se agrava con la manifestación de la ministra de Medio Ambiente, en el sentido de que el Gobierno Nacional no está de acuerdo con el procedimiento de la creación de la figura, por haberse saltado la consulta popular.

En medio de la mayor carga impositiva nacional aprobada, y de los anuncios a la revisión de los tributos departamentales y municipales, así como del inicio del año electoral para autoridades territoriales, no será nada fácil la determinación de una nueva sobretasa de hasta 5 % sobre los impuestos de Bogotá, Cundinamarca y los municipios, a pesar de que la ley obliga a la Nación a destinar desde el año 2023 la suma de 75.000 millones de pesos.

Lo anterior no quiere decir que no se deban adelantar esfuerzos por encontrar soluciones a los problemas que aquejan a la población de este sector del país. Hay enormes retos. 

En razón al cambio de uso del suelo de la sabana del río Bogotá hacia la urbanización, en contravía de la ley 99 de 1993 que declaró la zona como de interés agrícola y ambiental, se generó un crecimiento exponencial por efecto de la migración interna hacia municipios como Mosquera, Funza, Madrid, Cota, Chía, Cajicá, Zipaquirá, Sopó, La Calera. Mientras Bogotá registra un lento crecimiento en la tasa poblacional, Cundinamarca tiene una dinámica muy alta de flujos migratorios de todas partes del país.

El caso de Soacha es excepcional, por cuanto siendo puerta de entrada a la capital, se convirtió en punto de llegada de miles de familias víctimas del desplazamiento forzado o no, producto de la violencia y de la falta de acceso a necesidades básicas en el suroccidente del país.

Los retos de la región son muchos, independientemente del vehículo usado para resolverlos, tales como movilidad, seguridad, transporte público, trabajo para los jóvenes, de la mano con acceso a educación compatible con la demanda de la actividad económica regional.

Lucha contra la inequidad en su propio territorio entre localidades y provincias, programas para disminuir la pobreza –especialmente en hogares en donde las mujeres son cabeza de familia y en los cuales la afectación a la primera infancia está en 55%–. 

Acceso a agua potable, energía e internet con tarifas similares, protección ambiental y programas de impulso a las microempresas que, siendo el 93 % de la actividad empresarial, fueron gravemente afectadas por la pandemia del covid y están en permanente riesgo ante los cambios de políticas tributarias, laborales y de regulación. 

Por muy bien intencionado que sea un diseño institucional, si no tiene el respaldo de la gente, difícil que no engrose las filas de elefantes blancos que se cristalizan con el paso del tiempo.

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