
Jully, la joven invidente que se ve abocada a afrontar todo tipo de trampas
peatonales en su viaje diario a la universidad. Imagen, Tania Pacheco. EPDC
Ellas venían caminando delante de mí y, de pronto, pararon para atravesar la vía. Cuando las alcancé, vi la imposibilidad que existía para seguir su trayecto y me di cuenta de lo que trataban de hacer. La situación me agobió tanto que no dudé en ser yo, quien me lanzara a parar el tráfico para que Jully y su madre pudieran pasar los cuatro carriles de la avenida. Ellas buscaban atravesar al otro lado de la vía, donde curiosamente los andenes son amplios y se puede caminar.
Jully y su madre, sin temor a exagerar, arriesgan todos los días, dos veces al día sus vidas, para llegar a la universidad y volver a casa.
Ella es una joven invidente de 20 años, estudiante de comunicación social en la Universidad de La Sabana y, las dificultades no son porque sea invidente, sino por la falta de andenes y adecuada señalización que le permitan a cualquier peatón transitar de manera segura por la ciudad.
El deterioro, la dejadez y la maleza casi cubren buena parte del tramo, supuestamente peatonal, al punto de volverse intransitable. En especial durante la temporada de lluvia, pues se llena de barro y agua empozada. Lo que hace la movilidad peligrosa para cualquier peatón.
Justo ahí, para Jully el camino se hace tortuoso, su bastón no es suficiente para hacer el equilibrio necesario. Entonces, de la mano de su madre como único apoyo, solo les queda, como opciones, encomendarse a la virgen del puente. Esperar a que aparezca un conductor amable que les seda el paso, quedarse por minutos interminables a la espera que baje el flujo vehicular o lanzarse a la vía para poder pasar.
El peatón no cuenta
Como buena estudiante de Comunicación Social y a pesar de la negativa de su madre, Jully quiso que esta nota se publicara, porque para ella es fundamental que se conozca la falta de andenes, de seguridad peatonal y la dictadura de los constructores.
Su madre cuenta que habló con las personas encargadas de la obra colindante, pero su clamor no fue atendido, aunque les dijeron que sí a todo, no pasó nada y se estima que nada pasará.
La administración municipal debe estar esperando a que los constructores del nuevo condominio residencial, terminen su proyecto y le entreguen al municipio la franja de tierra que se acordó desde el gobierno de Varela y que se destinará a la ampliación de la Pradilla, en su último tramo. Aunque hay quienes afirman que la ampliación será desde la Magola hasta el intercambiador y no desde la 5ta. Esta.
Lo anterior era lo que se decía, al respecto, en el gobierno de Guillermo Varela. Se conoció que el predio lo compró el empresario Mario Hernández, quien tenía la intención de construir una torre médica y un hotel en el lugar.
Sin embargo, le negaron la licencia para esos proyectos porque estaba muy cerca de la Ptar 1 y sus malos olores. El empresario le propuso entonces al municipio encargarse de la construcción con una tecnología de punta. Así como atender el mantenimiento y la administración de la Ptar 1, hasta recuperar la inversión y luego entregársela al municipio.
Pero esta propuesta también se le negó. Hernández entonces optó por construir un condominio residencial donde, seguramente como sesiones, entregaría una franja de tierra vecina a la Pradilla para una futura ampliación.
Estas fueron las versiones que se conocieron hace unos 13 años y vuelven a cobrar vigencia ante los hechos manifiestos. La construcción del condominio, el deplorable estado del andén que no se construyó y las referencias que últimamente ha hecho el alcalde Donoso sobre la ampliación de la Pradilla.
Lo que sí es imperdonable es que, con la excusa de la ampliación de la avenida, no se hubiera construido el último tramo de andén (Son 284 m desde la 5ta este al intercambiador) que se ahorró la alcaldía en detrimento de la movilidad de los peatones en Chía. El proyecto residencial no termina y no se sabe cuánto más durará.
Han pasado 12 años desde que se habló formalmente de la ampliación de la Pradilla y 6 años desde que Donoso dejó firmado el contrato de los andenes, por lo que estos tendrían que haber quedado construidos y listos para los peatones. O por lo menos darle soluciones seguras, limpias y dignas al caminante urbano, ya que así, es cómo funcionan las obras en una ciudad donde la prioridad es el ciudadano.
Las intervenciones en la Pradilla
La avenida Pradilla es la puerta grande de entrada a Chía; de hecho, es su calle principal, el acceso, por excelencia al centro del municipio. Se extiende desde el parque Ospina al intercambiador de Centro Chía, a lo largo de 3 kilómetros.
Su desarrollo ha sido espontáneo y casual, respondiendo más al interés de los privados por mejorar su apariencia. Que a un modelo de planificación estudiado por parte de los gobernantes que han estado en el poder durante los últimos 37 años, o sea desde la elección popular de alcaldes.
Se puede decir que la Pradilla es una amalgama de fachadas y estilos arquitectónicos donde se mezcla lo antiguo con lo moderno, así como lo comercial con lo residencial y donde todo gira en torno a los cuatro carriles que soportan un denso y pesado flujo vehicular, sin que se tenga ningún sistema de cruce como pompeyanos, semáforos peatonales, puentes, deprimidos o policías de tránsito que favorezcan el paso de la vía a caminantes y ciclista de manera segura.
Por estas razones y después de conocer la experiencia extrema a la que está sometida Jully al frecuentar la Pradilla, surgió la idea de hacer este inventario de intervenciones para conocer cómo se ha pensado y cómo se ha invertido en esta vía. Seguramente aquí faltarán algunas intervenciones, pero prácticamente las que registramos son las más importantes.
La glorieta

La glorieta de la Pradilla que construyó Carrefour para Chía. Imagen, Estrategia Medios
En octubre de 2004, el Periódico de Chía circuló por primera vez en la ciudad, con un título en primera página que decía: “Bogotá queda al sur. Chía, el norte de los megaproyectos urbanos”. El artículo hacía referencia a la ampliación y remodelación del centro comercial Centro Chía y a las construcciones que se adelantaban de Plaza Mayor y Carrefour.
Era el gobierno de Fernando Sánchez Gutiérrez (2004-2007) y de su directora de planeación, Concha Baracaldo, quienes le dieron al recién llegado hipermercado, la cuestionada licencia de construcción a escasos metros de la Ptar 1. Dicha falta fue justificada por el alcalde, anunciando que la empresa francesa construiría una glorieta sobre la Pradilla que ayudaría a descongestionar el tránsito. Así se llevó a cabo la primera intervención en la Pradilla, con una glorieta que para muchos es como de «Hello kitty, frente al volumen vehicular que soporta.
Los espejismos de renovación
En la edición de julio de 2006, el Periódico de Chía publicó en su portada el gran acontecimiento del momento bajo el título: “Cirugía Urbanística, nueva cara para la avenida Pradilla». En la nota se anunciaba que la firma KB Arquitectos, bajo la dirección de Konrad Brunner von Levenshtein, le entregaba al municipio el proyecto de renovación urbana de la avenida Pradilla, desde el parque Ospina hasta el intercambiador de Centro Chía. Dicho proyecto fue contratado, pagado y donado al Municipio por la constructora Amarilo, que en su momento se encontraba desarrollando el condominio Hacienda Fontanar.
Con base en este proyecto que el alcalde presentó al concejo, Sánchez Gutiérrez solicitó un empréstito por quince mil millones de pesos, de los cuales se destinarían dos mil millones a la Universidad de Cundinamarca y los trece mil restantes a la renovación y mejoramiento del espacio público. Hecho este último, que nunca se cumplió a cabalidad.
La escultura de Negret
Lo que sí hizo Sánchez, en abril de 2007, fue un convenio de comodato por 100 años, con la Fundación Bandera, que instaló en la glorieta de entrada a la ciudad, una versión en gran formato (6 m de alto X 9.64 m de diámetro), de la escultura “Espacio Ritual” del grande maestro de la plástica colombiana Edgar Negret. A cambio de mantener la escultura siempre limpia y bien tenida. Incluso los espacios publicitarios que la rodeaban.
Desaparece el “Espacio Ritual”.

Imagen de la réplica, en gran formato, de la escultura Espacio Ritual, de Edgar Negret. Imagen, Alcaldía de Chía
En junio de 2012, a los seis meses de posesionado Guillermo Varela Romero como alcalde de Chía, la fundación Bandera retiró la escultura para hacerle mantenimiento. Desde entonces Chía se quedó sin la hermosa pieza de arte. Todo porque en el cuatrienio anterior (2008-2011) en el que llegó por tercera vez a la alcaldía, Orlando Gaitán Mahecha, dejó perder “El Espacio Ritual” porque durante los 48 meses de su administración no se le hizo un solo mantenimiento a la pieza y, según la Fundación Bandera, esta era una condición imprescindible en el acuerdo del comodato. Posteriormente, ningún alcalde, ni autoridad cultural, ni cívica, hizo nada por recuperarla.
Los millones en estudios
En octubre de 2013, el alcalde Guillermo Varela Romero, celebró un concurso de méritos, que ganó el consorcio Geotecnia para realizar: “Estudios y diseños técnicos para la ampliación y mejoramiento de la avenida Pradilla, etapa 1 en el municipio de Chía”. Contrato que se realizó por $1.570.649.260. Hay quienes sostienen que, posteriormente, se hizo una adición a este estudio, por $1.700.000.000, pero al cierre de esta edición no se obtuvieron las pruebas documentales. Sin embargo, ya sea por los 1.500 o los 3.200, millones, la realidad es que el estudio se hizo y la ampliación no.
Documentos en el Secop, sobre este proyecto


Los andenes
En su primer cuatrienio de gobierno (2016-1019) Leonardo Donoso Ruiz (actual alcalde) planteó su propósito de ampliar y construir andenes a lo largo de la AV Pradilla, desde el parque Ospina hasta el intercambiador de Centro Chía.
En consecuencia, realizó en agosto de 2017, por $2.053.277.996, un concurso de méritos para la “consultoría y realización de estudios y diseños para la adecuación de vías urbanas y rurales, andenes y ciclorrutas, espacio público incluyendo un ciclopuente peatonal sobre la avenida Pradilla con carrera 2E, sector centro comercial Sabana Norte, en el municipio de Chía”.
Documentos del Secop, sobre este contrato.

Después, la alcaldía contrató la construcción de los andenes, que de hecho se realizó. (Dicho contrato no se encontró en el Secop, al cierre de esta edición).
El contrato de consultoría de los andenes, entre otros, fue firmado en julio de 2017, tal y como aparece en el documento. Pero tuvo tal cantidad de suspensiones y retrasos que su liquidación terminó cumpliéndose en mayo de 2019. Los Andenes comenzaron a construirse a finales de ese mismo año y terminaron a mediados de 2023, tomando más de la mitad del cuatrienio de Luis Carlos Segura.
Esta obra, como tantas otras que ha emprendido el alcalde Donoso, tienen en común que siempre les faltan los cinco centavos para el peso, porque la obra no se terminó, tal y como dan fe Jully y su madre, así como los miles de ciudadanos que tienen que recorrer a pie, el último tramo del andén oriental de la Pradilla.
El acabado de su terminado ha dado mucho de que hablar, sin entradas niveladas a establecimientos y residencias, de baja resistencia, la calidad del material muy cuestionada y, sobre todo, sin planeación, socialización y sin la velocidad constructiva que se necesitaba.
El asta de la bandera

Imagen del asta y la bandera el día que se instaló. Imagen, Otv.
Cerramos con la intervención en la Pradilla, no de una obra, sino de una pieza con la que el alcalde, Leonardo Donoso. Quería hacer perdurar su nombre en la ciudad. La bandera de Chía. Ubicada al norte de la glorieta en el intercambiador de la Pradilla y los Chilacos.
Para poner el estandarte municipal, el alcalde hizo un contrato para una asta de 50 metros de altura que se colocó y se izó la bandera. Sin embargo, al otro día ya no había bandera, se había destrozado. Así fue como pusieron una tras otra, tras otra y todas se desgarraron, hasta que se dieron cuenta de que las banderas no soportaban el viento por la altura del asta.
El alcalde no contó con el viento, ni con la altura del asta y, menos aún, con la perspicacia de un acucioso veedor de Chía que averiguó que, por dicha asta, la alcaldía había pagado doscientos millones de pesos, cuando su precio real era de veinticinco millones. Por esta razón existe, desde el primer cuatrienio de este alcalde, una demanda penal y en curso contra Leonardo Donoso, y en consecuencia el asta, no puede ser retirada hasta que no se resuelva el caso.