
Se podría afirmar que el estado de las vías nada tiene que ver con la formación ciudadana, pero, en el caso del colegio de Tiquiza, se puede decir que sí, pues está ubicado sobre la calle 19, una vía de alto tráfico de carros, motos, colectivos, bicicletas, gente, perros callejeros y para rematar llena de huecos.
La vía carece de andenes, la zona escolar no está demarcada con cebras, no existe un solo semáforo, ni está señalizada como vía de doble sentido. Es decir, no cuenta con ningún tipo de ayuda que brinde la más mínima seguridad tanto para los estudiantes como para los padres de familia y transeúntes en general.
Resulta frecuente ver a los padres de familia hacer de escudos humanos para proteger a sus hijos, ya que muchos menores de edad se movilizan en bicicletas, o, los más volantones se apropian de la vía sin temor alguno.
Se intuye que es una institución educativa por su arquitectura, pues la valla que la identificaba como tal, el agua, el viento, y el sol se encargaron de borrar el nombre… vaya a saberse hace cuánto.
La zona de recreo es un espacio inhóspito en esta época del año, cuando llegan las lluvias se torna en un potrero en el que el pasto crece con desgreño, pues parece que estuviera tajantemente prohibido sembrar árboles y embellecer con flores el espacio.
Entonces, ¿con qué cara se le puede exigir a estos jóvenes que el día de mañana cuiden su municipio, no arrojen basura a la calle, respeten los semáforos, y dignifiquen su espacio si son tratados como ciudadanos de quinta desde su más tierna infancia?