Lo que hay que tener en claro es que, si bien la CAR es una entidad descentralizada con autonomía administrativa y financiera, sus directores no.

Imagen de 2017, del humedal de lo Andes cuando su entorno era verde y natural. La CAR no lo había intervenido.
Esto sucede cuatrienio tras cuatrienio porque los alcaldes se repiten y, si no son los mismos, son como clones, con la prioridad de hacer dinero y con la obtusa creencia de que el desarrollo es igual al urbanismo.
Todos los alcaldes que llegan son o se vuelven amigos de los gobernadores que cuatrienio tras cuatrienio se repiten y, si no son los mismos, son como clones.
Llegan a proponer negocios de megaobra que duran décadas en terminar, lo que no solo les da beneficios sino réditos políticos. Todo, porque los gobernadores son los presidentes de la junta directiva de la CAR, y quien más incide en el nombramiento del director de la CAR, que cuatrienio tras cuatrienio si no son los mismos, son como clones y sobre ellos, los gobernadores tiran línea sobre sus visiones e intereses políticos y económicos.
Por eso hay que tener en claro que, si bien la CAR es una entidad descentralizada con autonomía administrativa y financiera, sus directores no.
También es importante conocer la variedad y multiplicidad de tareas que con sus 31 funciones adelanta la CAR Cundinamarca (en el país hay 33 CAR actualmente). Funciones que demuestran el tipo de caos al que está sometido el medioambiente renovable en el departamento de Cundinamarca.
Hablamos de caos ambiental porque el medioambiente tiene una multiplicidad de frentes, todos atendidos por una sola entidad que lo hace todo sin dar muchas razones. Crea políticas, normas y sanciones; celebra contratos, otorga concesiones; da permisos, autorizaciones y licencias ambientales, y a la vez, recauda contribuciones, tasas, derechos, tarifas y multas, por los permisos que ella misma da.
También ejecuta, administra, opera y coordina con entidades territoriales proyectos de infraestructura, o sea, hace negocios con municipios y ciudades. En materias donde ella es la que pone las normas y pone las sanciones, O sea, que es juez y parte de todas las decisiones que se deben tomar. Esta ambivalencia hace que la entidad sea proclive a la corrupción. Como de hecho ya es señalada.
En síntesis, podemos decir que cuando la CAR peca, nada se conoce, ni nada pasa, porque ella misma se absuelve, sin tener que pasar por la confesión ni la penitencia. Lo que deja en claro el porqué el país, uno de los más diversos del mundo, sufre las crisis ambientales que vive, y cómo muchos héroes ambientalistas cambian de paradigma cuando llegan a alguna de las CAR.
Frente a esto hace falta justicia, y mientras la justicia llega, es importante saber que el panorama ambiental de Chía en materia de fuentes hídricas es desolador. Nos referiremos a lo que pasa al costado occidental del municipio, o sea, abajo de la autopista. No incluimos las fuentes hídricas de Fusca y Yerbabuena; eso será materia de otro editorial.
De una parte, continuamos contaminando los dos ríos que nos enmarcan. El Bogotá y el río Frío, los dos, por deficiencia de las Ptar problemáticas en las que está involucrada la CAR. En la Ptar I, por lo que no hizo la entidad, y en la Ptar II por lo que hizo.
Tenemos cuatro humedales amenazados. La chucua de Fagua, porque hace 9 años que rellenaron un importante segmento para habilitar un terreno para construcción. Hace 8 años la CAR ordenó su restauración. Desde entonces la administración ha invertido en millonarios estudios y el humedal de Fagua sigue sin ser restaurado.
El humedal de Samaria: Ubicado al oriente del proyecto residencial Hacienda Samaria, de la constructora Amarilo (276 casas). Según vecinos y veedores, viene siendo poco a poco y lentamente intervenido el humedal, pero la realidad es que no hay autoridad municipal ni nacional que controle lo que le sucede a un humedal en un predio privado. De ahí la crítica situación.
El humedal el Cerrito, también llamado el canal de Proleche, es en esencia un solo cuerpo hídrico con el humedal de los Andes, reconocido hoy por todas las entidades oficiales y académicas, menos por la CAR. Esto debido a la construcción de la Troncal de los Andes obra por la cual la CAR tomo partido desde el inicio por Accenorte, a través del entonces director y hoy penalmente investigado Néstor Franco González, por el caso de la Ptar II en Chía, otra defectuosa y cuestionada obra del alcalde Leonardo Donoso, en un contrato con la CAR.
En consecuencia, la CAR separó con jarillones el Cerrito del humedal de los Andes y ahora es este humedal el que está en la mira para ser intervenido por el nuevo trazado de la Troncal de los Andes. Ocho años lleva esta controversia y el entramado caso, es un vórtice de errores, mentiras, engaños y trampas que aún no termina.
Por su parte, el famoso humedal de los Andes ha alcanzado renombre nacional, gracias a la lucha sin tregua de la ciudadanía de Chía, que entró en su defensa desde que se conoció cómo la troncal de los Andes pasaría por el eje mismo del humedal con el beneplácito de la CAR. Entidad que, consciente de las dificultades que podría ocasionar esta fuente hídrica para el proyecto de la troncal, termina adquiriendo un predio aledaño a este. No para protegerlo, sino para deforestarlo, construir un jarillón y sembrar plantas invasoras como la acacia negra para alterar la química del suelo y por ende el ecosistema del humedal.
Así las cosas, las sinuosas administraciones en que se mueve la CAR, llevan a pensar que la entidad se encuentra privatizada y no trabajando en favor del medioambiente, por lo menos en el municipio de Chía. Su dimensión como entidad, el poder que le dan sus funciones y el numeroso personal altamente preparado y a la vez subyugado por intereses ajenos al propósito fundamental de la CAR, llevan a pensar que toda la riqueza natural de la ciudad, sobre todo en agua, está llamada a desaparecer en medio de un nefasto entramado de corrupción.