La alcantarilla, que ponía en riesgo la vida de vecinos, le tomó 120 días a doña Ceci, para que la alcaldía la tapara.

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La siguiente es la crónica narrada por una ciudadana de Chía que muestra el éxito de la perseverancia ciudadana para que la administración cumpla su trabajo.  

Génesis del hueco. Foto cortesía doña Ceci

Chía | Redacción EPDC1 Ciudadanía |
Vivo en Tiquiza, vía Fagua en el sector que llaman tres esquinas, cerquita al colegio. Allí estudian mis sobrinos; ellos y nosotros estamos acostumbrados a llegar al colegio compitiendo en una vía sin andenes con flotas, carros, bicicletas, perros callejeros y basura.

Hace cuatro meses me topé con una alcantarilla sin tapa cerca del colegio, viendo el peligro que implicaba para los niños y todos en general. Me comuniqué con la alcaldía y muy comedidamente me dijeron que le darían curso a mi solicitud. Para mi grata sorpresa, al día siguiente el hueco amaneció con un palo adentro y acordonado por una cinta amarilla con negro que tenía impresa a todo lo largo la palabra ¡PELIGRO!

Después de un mes, sigue el hueco con palo y cinta rota. Foto cortesía doña Ceci

Pasaron unos quince días y la cinta seguía protegiendo a los transeúntes y adornando el hueco.  Nuevamente, llamé a la alcaldía y me dijeron que me comunicara con Obras Públicas. Allí llamé y me respondieron que tenían que averiguar quién era el responsable de la caja, nombre técnico de aquel hueco.

Entre una llamada y otra, para averiguar la tarea impuesta, transcurrieron unos tres meses largos. De la cinta quedaron los harapos que, como niños traviesos, jugaban con el viento y el palo desapareció.
Los vecinos acuciosos colocaron unas piedras para que, si de repente alguien se tropezaba, no cayera al hueco.

Más adelante volví a comunicarme con Obras Públicas y en esta oportunidad un alguien me dijo que lo que pasaba era que no se sabía si la “caja” era de Emserchía, o de Enel, o de Movistar, o de Tigo, o de Comcel. Mejor dicho, los únicos que se salvaron fueron los del gas.

Preocupada, indagué con los vecinos, que me dijeron que quienes habían colocado la cinta y el palo en la mitad del hueco habían sido los de Enel, pero que por descuido o por negligencia se olvidaron de todo y creyeron que la cinta por sí sola solucionaría el peligro.

Otro vecino, propietario de un negocio, me comentó que estaba dispuesto a mandar a hacer una tapa, porque él también había hablado con la alcaldía y le dijeron que ya estaba buscando darle solución al problema.

Mientras tanto, la comunidad acuciosa, después de que se llevaron el palo, colocó más piedras y una especie de cartón, a modo de piso… afortunadamente, a los pocos días se hizo pedazos, y de la cinta amarilla con negro solo quedó algo así como un moño.

Otro mes más y ya no hay palo ni cinta, los vecinos
refuerzan con palos, piedras y cartones. Foto: EPDC

Hasta que hace un par de días, cuando salía, los vecinos me comentaron muy emocionados y casi incrédulos que los de ENEL pasaron y colocaron la tapa… seguramente gracias a las acciones de la comunidad y porque me dediqué a llamar con insistencia hasta el cansancio.

Ojalá algún día, por su parte, los concejales que elegimos en el sector, que son nuestra voz frente a la institucionalidad, dejen de ver como normal la falta de andenes, no permitan calles pavimentadas como con cobertura de merengue, realicen campañas para tanto perro callejero y, que trabajen para embellecer las calles.

Fin del viacrucis: Foto EPDC. Llama la atención como un municipio como
Chía, con un presupuesto de 2.000 billones de pesos para el cuatrienio,
tenga vías de estas calidades. Foto: EPDC

Y eso sí, si vuelve a pasar lo de una alcantarilla, que ese minúsculo problema para ellos lo solucionen a la velocidad de la luz y no a la velocidad de la espesa tramitología. Pues, su aletargado ritmo, puede llegar a cobrar vidas, como sucedió hace unos 15 años cuando una tractomulas demolió entre sus llantas a una niña que salía de estudiar del colegio José María Escrivá de Balaguer. 

Todos la lloramos sentidamente, a los 6 meses el tema cayó en el olvido. Y hoy, al igual que hace 15 años, los niños y niñas siguen arriesgando sus vidas al cruzar la Pradilla por ir a estudiar, entre otras cosas porque la administración no ha sido capaz de acabar la nueva sede. Otro problema sin solución, que está pendiente desde hace unos siete años, o sea desde el primer gobierno del actual alcalde.

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