Cuando Nino se puso bravo en Bogotá
Cantaba en la casa y en algunos sitios, el primer trabajo que tuvo Nino Bravo –que en esa época se llamaba Luis Manuel Ferri Llopis como lo habían bautizado en el pequeño pueblo de Avelo de Mlferit, al sur de Valencia– fue de lapidario.
Nino Bravo, Foto Polydor
Eran los tiempos del dictador Francisco Franco y España era una isla musicalmente. Los jóvenes querían a ídolos como The Beatles y Elvis Presley, pero aquello parecía imposible. Sin embargo, los ejecutivos de las empresas discográficas buscaban un cantante que representara al super hombre, una imagen varonil y con gran voz, al estilo de Tom Jones y encontraron a Luis Manuel como el perfecto artista. Ya tenían “Los Brincos”, pero no era suficiente.
En esos años la moda era presentarse en Festivales de la Canción, que servían para lanzar al estrellato a quien ganara. Lo bautizaron como Nino Bravo y aunque se presentó en once encuentros musicales, no ganó ni uno sólo. Fue un vocalista “de malas” en cuanto a triunfos en este tipo de certámenes.
En 1968 se presentó en el I Festival de cantantes noveles de Vall d’Uxo y no clasificó siquiera. Al año siguiente fue al Festival Internacional de Barcelona y no pasó nada. En 1970 estuvo en Eurovisión y le ganó Julio Iglesias con el tema Gwendolyne. Fue a Brasil y participó en Festival de la Canción y quedó en finalista. En el Festival Mundial de Onda Nueva en Venezuela fue, pero ya como artista invitado. Lo mismo hizo en Viña del Mar en 1971. En Grecia estuvo en la III Olimpiada Mundial de la canción y quedó en el cuarto lugar. Siguió entonando sus temas como en Festival Internacional del Atlántico en España y en Suiza. Luego en Holanda y Brasil llegó al segundo lugar.
Si en los festivales le iba mal, en las emisoras y entre el público le funcionaba bien su carrera. En estaciones románticas temas como A Te quiero, te quiero, Puerta de amor, Noelia, Perdona, Mi gran amor, Esa será mi casa, Mi querida mamá, Cartas amarillas, Voy buscando, Un beso y una flor, Mi tierra y Libre, se escuchaban a cada momento.
A finales de 1971 hizo una extensa gira por Argentina, Chile, Colombia, Perú, Venezuela, México, Puerto Rico, Miami y Nueva York.
En Colombia estuvo en el famoso estudio multicolor de Radio Tequendama de Todelar. Allí firmó en la pared más famosa del mundo de la canción romántica. Puso su estampa al lado de las de José José, Raphael, Julio Iglesias, Juan Pardo, Massiel y decenas más. Hoy esa pared sería una verdadera reliquia y parte de un museo de la balada, pero fue destruida en un trasteo de la estación y los nuevos dueños consideraron que era “basura” esa reliquia.
Una noche de octubre de 1971 se puso bravo en Bogotá. Ocurrió en el famoso salón Monserrate del hotel Tequendama, donde ejecutivos de diversas empresas llevaban a sus valiosas conquistas, les invitaban a unos Duvonnet –bebida preferida por las señoritas de la época–, mientras los oferentes libaban güisqui Caballo Blanco o el amargo Vat 69.
Nino salió a cantar luego de una presentación de Cristhoper y después de dos canciones, paró y regañó a los asistentes. “¿Cómo es posible que mientras cante, ustedes se la pasen cotorriando?”, les dijo y todo era porque los caballeros les decían cortos secretos con picos a las invitadas.
Estaba bravo el ídolo, pero más iracundo se puso cuando le dijeron que como era octubre, debía cantar en el escenario de La Media Torta, porque así lo disponía el famoso decreto 974 de 1969, que obligaba a una presentación gratuita para el pueblo en el popular escenario cercano a la universidad de Los Andes.
Nino se embejucó más porque debía pagar la orquesta y entonces, simplemente, se metió entre las sábanas de la suite y al otro día dijo que tenía una gripa que le impedía salir a cantar. El leguleyo Gustavo Adolfo Gordillo le mandó a los tiras del DAS y los sabuesos se llevaron a la estrella de la voz grave y fuerte a dormir a los calabozos de la institución. Pasó 3 días allá y la noticia se hizo mundial. De multa pagó la suma de 25 mil pesos, –hoy unos 20 millones de pesos– que le ayudaron a reunir en su disquera y partió para Venezuela con la amarga experiencia, pero con un balance muy positivo en difusión. Todas las emisoras románticas del mundo le pasaban ahora sus canciones.
Ya no participaría más en festivales y los musicales de todo el mundo se peleaban por tenerlo en sus espacios y los empresarios le llamaban para que ofreciera conciertos. En Chile la canción “Libre” se volvió un ídolo y cuando los jóvenes de la Chile Humana salían a protestar, simplemente les entonaban a los odiosos carabineros el tema.
En febrero de 1973, el gran locutor Gonzalo Ayala le hizo una grata entrevista de más de hora y media y que se convirtió en un reconocimiento a su carrera. Fue el mejor trabajo periodístico de Radio Tequendama hecho a un artista hasta el momento. Después de la transmisión, el gerente ordenó grabar un partido de fútbol entre Millos y Pereira en la cinta de la charla. Se perdió ese archivo fenomenal. En el encuentro deportivo tampoco se marcaron goles y, como siempre, los azules, salieron aburridos del Campín.
Dos meses después, el 16 de abril Luis Manuel –ya con dinero—se montó en un BMG y como no era un conductor muy experto, se salió de la carretera entre Valencia y Madrid. Los vecinos lo llevaron en un carro de familia y pararon en un convento para que unas religiosas le pusieran algunos pañitos y agua bendita, se demoró la ambulancia que lo trasladaría a un centro hospitalario de la capital española, pero llegó con el alma ya en el cielo.
La noticia corrió por el mundo: el ídolo de la canción romántica había fallecido en un accidente vehicular. Jorge Luis Betancur, su promotor en Colombia, redactó con lágrimas el boletín que enviaría a los medios de comunicación.
“Era un gran tipo”, contaría después el excelso promotor.
Este 3 de agosto Nino Bravo estaría cumpliendo 74 añitos.