Acerca del realismo y los realistas
Problemas como la inseguridad, la movilidad en el sentido de la dificultad de desplazamiento para peatones, ciclistas y automotores, la falta de un hospital de máximo nivel que evite el desplazamiento de pacientes a Bogotá y está también la cuestión de una educación pública de calidad que genere no solamente ciudadanos capacitados para laborar, sino también cultos, ética y moralmente sanos, crítico-propositivos, altruistas y comprometidos con la transformación de sus entornos, solidarios y amantes de la paz.
Todas estas y muchas otras, como la anarquía social, el fraccionalismo, la desreferenciación, el sin sentido de la existencia para grandes mayorías y el individualismo desenfrenado son situaciones que estamos llamados a modificar.
Sucede que hay unos procedimientos y unas formas de ver la realidad que como señalamos los humanistas conciben al ser humano como un objeto más puesto al vaivén de los acontecimientos. Cuando en realidad todo lo no natural, es decir la sociedad y su modo de producción de cosas, símbolos e instituciones, es el resultado intencional del ser humano.
Al desconocer este hecho pretenden que estamos sometidos al azar o que las fuerzas objetivas, como las del mercado, son inamovibles, eternas, y que se rigen por leyes inmodificables, por lo que la lucha contra la injusticia, la inequidad y la auténtica libertad es poco menos que inoficiosa, absolutamente irrealista.
Deberían preguntarse quienes así piensan qué causa los recurrentes y periódicos desequilibrios entre oferta y demanda que llevan a las crisis, cuál es el papel del capital financiero y cómo incide en el desarrollo de la economía moderna.
Al respecto un documento humanista titulado “El ser Humano”, fácil de encontrar en Internet, dice así: “Necesariamente, aquellos que han reducido la humanidad de otros, han provocado con eso nuevo dolor y sufrimiento.
Por esto humanizar es salir de la objetivación (de las condiciones objetivas) para afirmar la intencionalidad humana.” -y continúa más adelante- “…el hombre es el ser histórico, cuyo modo de acción social, transforma a su propia naturaleza…” –Y agregaría yo- y, como consecuencia, la naturaleza de la sociedad donde transcurre su existencia.
Pues bien, con relación a la situación en nuestro municipio, estamos enfrentados a personas que movidas por intereses muy particulares sostienen que el crecimiento urbano es indetenible y que, por consiguiente, no queda más que sumarse a las fuerzas que lo producen.
Nosotros, por el contrario, sostenemos que ese hecho no se produce por fuerzas invisibles, indetectables y por lo mismo imparables; sostenemos que el narcotráfico metió sus ensangrentadas manos en los comienzos de ese desenfrenado aumento de la construcción en chía y que aprovechando la anarquía que ese hecho generó, otros inversionistas, de otra naturaleza, agudizaron esa anarquía.
Pensamos que hoy, pasados varios gobiernos que cohonestaron tal situación, el desorden puede y debe ser detenido; consideramos que la intencionalidad de la mayoría de la población de Chía -hoy sufrientes de las consecuencias de la venalidad de tantos gobiernos municipales-, el municipio debe reorientarse en razón de la realización del sueño que motivó a tantos habitantes de la Capital para venirse a este que fuera un bucólico pueblito: disfrutar de la tranquilidad y el verde del campo, así como de la pureza del aire.
Aún hay posibilidades de salvar algunas zonas del municipio que con adecuados planes de fomento agrícola pueden dedicarse a esta actividad; aún es posible que la Administración Municipal intervenga algunos terrenos para construir parques y jardines.
Podemos definir la situación así: de una parte, al considerar los límites geográficos del municipio nos encontramos con una jurisdicción interior que es de responsabilidad absoluta del alcalde y el Concejo municipal.
Es exactamente lo que debe ocupar y preocupar a los mandatarios municipales y es el territorio sobe el que realmente puede y debe actuar.
Por otra parte esta el perímetro que establece una exterioridad sobre la cual ni el alcalde ni ninguna otra autoridad municipal tiene jurisdicción.
Así las cosas, lo que resulta viable es actuar sobre la superficie y las vías municipales y en ello debe centrar su acción la alcaldía puesto que lo demás corresponde a las autoridades departamentales y nacionales.
Es esa la razón por la cual hemos insistido en la necesidad de que nos ocupemos, como estrategia para poder modificar las vía y los sistemas de servicios públicos, de gestionar con los parlamentarios de Cundinamarca y de Bogotá el establecimiento de un organismo de planeación regional para toda la Sabana de Bogotá.
Pero mientras esto se logra –y es necesario que sea un objetivo fundamental para la nueva administración municipal-, lo procedente es establecer un plan vial que solucione la movilidad interna, que acabe con el tormento de tener que soportar 2 0 3 horas de trancón en la Autopista Norte o en la vía Siberia-Chía y que, encima debamos soportar media o una hora más dentro del municipio para llegar a la casa.
Por otra parte ese plan vial es absolutamente necesario –y desde esta columna hemos venido reclamándolo desde hace mucho- para poder ordenar el crecimiento urbano y para hacer una apropiada distribución del uso del suelo.
No al revés, no es urbanizar primero y después ver qué se hace con las vías y los servicios, como ha sido hasta ahora el criterio de los alcaldes elegidos.
Uso del suelo que además debe contemplar, como tantas veces lo hemos exigido, el embellecimiento de la ciudad, la creación de espacios para el esparcimiento, parques y zonas de jardines y zonas para la agricultura que bien puede ubicarse en los extremos norte y sur del territorio municipal.
Me atrevo a proponer que esta sea una ciudad para la intelectualidad, con grandes bibliotecas y escenarios para el arte, la música, el teatro, la pintura y la escultura, que vincule el cultivo de las flores al embellecimiento de la ciudad como ha hecho Medellín y al campesino apoyándolo efectivamente para tener cultivos orgánicos en hermosas granjas que surtan nuestro mercado y el bogotano.
También hemos reclamado que se busquen alianzas con los municipios vecinos, con Bogotá principalmente, así como la colaboración del Gobierno departamental y del Nacional para presionar el establecimiento y desarrollo de un plan vial para la Sabana de Bogotá que agilice la movilidad dentro de la misma y con algunas ONG para lograr apoyo para los campesinos.
Todo esto requiere un alcalde preparado, con carácter y sentido de la autonomía capaz de hablar con propiedad y con seguridad, con capacidad de gestión y claro sentido de la responsabilidad social y lúcidos en cuanto al rumbo que queremos dar a este nuestro querido municipio.
Un alcalde que entienda la política como servicio, y no como encumbramiento y oportunidad para el enriquecimiento; que entienda la política como posibilidad de organizar la población para la participación y esta última como medio para elevar la conciencia de los ciudadanos y para desarrollar formas de responsabilidad social y de cooperación.
En fin un alcalde que lidere procesos de cambio en el orden urbanístico, económico, cultural, político y social.
Este es el fin de las reuniones que realizamos en la Casa Humanista donde esperamos, con la colaboración de la mayor parte posible de los ciudadanos, seleccionar entre 8 precandidatos que están asistiendo, al mejor dentro de esta idea anteriormente expuesta, e igualmente esperamos que con la asistencia de los ciudadanos podamos estructurar un programa realista que mejore las condiciones de vida para todos en nuestra ciudad.
Por eso una vez más reiteramos nuestra invitación para que todos los ciudadanos que quieran asistan los martes a partir de las 6 p.m. a la calle 12 No. 14-46. No es realista el que simplemente constata los hechos y se somete a ellos, sino quien a partir de esos hechos establece la estrategia adecuada para transformarlos y transformarse. Entonces seamos realistas.