Chía y su vorágine
La ciudadanía debe rechazar y manifestarse de manera rotunda y decidida, ante las amenazas que vienen recibiendo líderes sociales, veedores y periodistas independientes y no oficialistas de Chía.
Estamos viviendo un momento muy delicado en nuestra democracia, en nuestra vida en comunidad y en nuestro quehacer como ciudadanos de este municipio.
Todo porque hemos caído en la inconsciencia total, en la indiferencia, la pasividad, la pereza y hasta en el miedo a manifestar nuestra inconformidad a tantas situaciones anómalas, erráticas y hasta peligrosas a las que descendió nuestro entorno político y administrativo municipal, para sacar adelante sus proyectos. No de desarrollo que favorezca a la ciudadanía en general, sino todas aquellas obras y proyectos que le terminan significando un gran beneficio personal a los políticos y funcionarios, a sus familiares, amigos y socios y no a la población de Chía.
A este punto hemos llegado porque hemos entregado a manos llenas, sin reflexionar y con los ojos cerrados, con confianza y con buena fe, los recursos de la ciudad. Los que salen del bolsillo de cada uno, sin mirar a quién o a quienes les estamos entregando el poder de decidir, no solo que hacer con el dinero, sino de dirigir y organizar la ciudad de nuestros sueños, el bienestar de nuestros abuelos y el futuro de nuestros hijos, sin que nos consulten y nos tengan en cuenta.
Este gravísimo error de no controlar lo que es nuestro nos llevó a conformarnos con migajas, y a agradecerles a los gobernantes, en lugar de exigirles la eficiencia de la gestión y la rendición de cuentas claras de como y en que se gastan los dineros de la gente, sin antes consultarles. Lo que pone de presente que, como ciudadanos, perdimos el norte, la atención, el sentido común, la responsabilidad personal y social, así como el orgullo propio. Todo lo cual nos ha llevado a escoger siete hombres, todos exalcaldes, incluido este, a que nos mal gobiernen durante 36 años. Porque ninguno de ellos ha tenido ni la integridad indispensable, ni la preparación suficiente, ni la capacidad necesaria, ni la imperiosa visión de futuro que en 36 años hubiera llevado a Chía por una sana y exitosa transformación de pueblo a ciudad, moderna, competitiva y ambientalmente sana.
Solo hay que alejarse un tiempo de Chía para descubrir al regreso, qué es lo que hoy la caracteriza, qué tanto ha mejorado y se ha desarrollado. La realidad, sin embargo, es tan asombrosa que asusta. Porque al igual que en la jungla, la naturaleza crece con fuerza y se multiplica a gran velocidad y sin cortapisa. En el pueblo, la inseguridad, las bandas, los ñeros, los vendedores ambulantes, el desempleo, la violencia y la anarquía, prosperan por doquier, en la vorágine de cemento en que se ha convertido el municipio. Donde impera el desgobierno, ya que no hay planeación, ni se conocen las estrategias. Todo se atiende a última hora y los problemas se repiten a diario porque nada se resuelve. El alcalde ni siquiera ha terminado de nombrar los funcionarios de su administración y ya estamos a 250 días de su gestión sin gestión.
Y si en la parte física hay un caos urbano que da pena, en materia social el asunto es aún peor y duele. Porque al parecer hemos sucumbido a la segunda y peor versión de un gobierno donde lo que impera y se practica desde su primera administración, son las mentiras, los hechos de corrupción, la autocracia, el abuso de poder, la manipulación, la improvisación, el secretismo, la coerción a la participación ciudadana y la estigmatización a los ciudadanos que reclaman el buen ejercicio de la gobernabilidad. Razón por la cual, están siendo amenazados en sus vidas y así lo han venido denunciando.
Sí, son los líderes sociales, los veedores y los periodistas que ejercen desde la prensa libre e independiente, los perseguidos, los coaccionados, los amenazados. Estos personajes unidos en su valentía y su asiduo trabajo, todos y cada uno desde su orilla, son quienes han llevado a cabo sin reconocimiento ni remuneración, una lucha titánica con sus investigaciones, derechos de petición, demandas, protestas y movilizaciones en torno a los temas que realmente nos afectan a todos.
Son estas comunidades de ciudadanos valerosos los que realmente representan a la ciudadanía en la defensa de sus recursos y su bienestar. Es a ellos a quienes hay que rodear, apoyar y proteger de estas retaliaciones abusivas, peligrosas e ilegales que desde siempre han caracterizado a esta administración. La comunidad de Chía no puede dejar pasar por alto la gravedad de las amenazas a ciudadanos. Y menos aún permitir que se imponga en lo local este nefasto estilo de gobierno que solo trata de debilitar los cimientos de todo lo bueno que tanto nos ha costado construir en el municipio.
La guerra contra la corrupción se puede ganar, si empezamos por nosotros mismos, denunciando, reclamando y exigiendo lo que nos corresponde. Y rechazando y no cohonestando con lo ilegal y abusivo. Es hora de despertar, actuar y exigir justicia.