A un amigo y compañero de Luchas

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En las primeras horas del miércoles 15 de enero de 2020, falleció un entrañable amigo.

Por Alberto Conde Vera. Se trata de Guillermo Jiménez, difusor entregado y convencido absolutamente de las ideas del Nuevo Humanismo o Humanismo Universalista, cuyo fundador,  el muy ilustre pensador argentino Mario Rodríguez Cobo, más conocido por su seudónimo de Silo, también falleció ya.

Guillermo nuestro amigo, trabajador incansable, como ya dije, fue un hombre nacido en Chía, nuestro querido municipio; humilde, pobre, pero de una solidez espiritual y ética que lo llevó a enfrentar con dignidad y coraje la lucha contra los depredadores del espíritu humanista, e incluso a sufrir su persecución e injusticia.

Guillermo luchó con firmeza denunciando las injusticias y trapisondas de quienes encumbrados por las astucias en el ejercicio de la política o por las relaciones de poder fundamentadas en el atesoramiento y el tener, han querido convertir esta sociedad en un campo donde la corrupción haga imposible trabajar en el Estado con el fin de ayudar a resolver los problemas de los más necesitados.

De la misma manera Guillermo fue un incansable constructor de nuevos caminos que buscó estructurar nuevas formas organizativas para hacer del mensaje de Silo una fuerza capaz de producir cambios significativos en esta desorientada sociedad.

Y fue Guillermo quien sembró en todos los que recibimos de él las enseñanzas siloístas, el principio según el cual no es posible un cambio social real y efectivo sin una transformación personal en una masa crítica de individuos que impulsen y hagan realidad el ideario del Nuevo Humanismo, honrando así una de las guía fundamentales de este movimiento: “la transformación personal en función de la transformación social”. 

Esta máxima, guía para la vida, no es fácil de llevar a cabo porque implica un análisis continuo de nuestras actitudes y acciones en relación con las consecuencias de esas actitudes y acciones desde la perspectiva de cómo ellas coadyuvan al sostenimiento de los comportamientos que solemos rechazar o juzgar como dañinos, en la línea de la humanización de la vida y en la búsqueda de una transformación sustancial de las formas de relacionarnos,  cuya expresión actual más  impactante son los ejercicios de poder que frecuente y cotidianamente hacemos. Ejercicios de poder casi siempre y generalmente signados por la competencia y por lo mismo conducentes a la dominación y no al mejoramiento y renovación del otro y de los otros. 

Nuestro querido amigo, Guillermo Jiménez albergó, como todos nosotros, contradicciones en cuanto se refiere a este planteamiento, porque como sabemos la transformación personal no es un acto, sino un proceso que se desarrolla simultáneamente con nuestra propia existencia y en relación directa con las circunstancias y condiciones que nos vemos obligados a enfrentar.

Proceso por tanto no lineal sino zigzagueante, con altibajos, caídas y avances, y es precisamente esta la importancia del mensaje y el conjunto de ideas que nos transmitió Guillermo, -porque él fue sin lugar a dudas quien pregonó por primera vez los fundamentos del Nuevo Humanismo en Chía-, ideas que implicaban precisamente la capacidad para analizar, comprender y reconocer el error, aprender de él, corregir y avanzar en el propósito de humanizar la tierra, humanizar la vida y las relaciones sociales, removiendo paciente y pacíficamente los obstáculos que impiden este proceso.

Hoy sentimos la tristeza de su partida en lo más profundo de nuestros corazones; hoy experimentados una cierta orfandad porque ha partido el albacea en Chía  del conocimiento de esta profunda y extensa doctrina.

Albacea cuya generosidad para compartir documentos, libros videos y  audios, así como para transmitir directamente con su trabajo y su voz estas magníficas enseñanza,   no tuvo límites y cuya trascendencia veremos en un futuro próximo.

Nuestro querido y apreciado amigo ha partido con la certeza de haber hecho  todo lo que estaba a su alcance para lograr sembrar en nuestros corazones el mensaje siloísta y para alcanzar la congruencia entre su pensar, su sentir y su actuar como propone el Nuevo Humanismo. 

Gloria eterna a nuestro fraternal y generoso amigo y que nuestra lágrimas sean la expresión de reconocimiento y gratitud por su trabajo.

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