Crisis del agua en La Sabana de Bogotá

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Debido a los malos usos de los suelos en La Sabana de Bogotá y a la contaminación, las fuentes hídricas están en peligro. Estas son las causas y posibles consecuencias.

Teniendo en cuenta las problemáticas que se vienen presentando en Chía y otros municipios de la provincia con relación al agua potable, el Periódico de Chía reproduce este artículo para dar a sus lectores una dimensión clara y científica de la crisis del agua en la región, que entrega el doctor en Pedologia de la Universidad de Nancy, Francia y Químico de la Universidad Nacional de Colombia, Sergio Gaviria Melo, donde aborda la distribución de agua y captación en Bogotá basado en el sistema hídrico implementado por la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá.

El agua en peligro

Cundinamarca | Tomado de Razón Pública |Por Sergio Gaviria Melo | Acueducto | 201019 |
 El profesor Thomas van der Hammen investigó durante medio siglo la historia geo-ecológica de Colombia e hizo en 1998 el Plan Ambiental de la cuenca alta del río Bogotá aplicado al ordenamiento territorial para la Corporación Autónoma Regional y de Desarrollo Sostenible (CAR).

El punto 10 de su Decálogo Ambiental, inspirado en el artículo 61 de la Ley 99/93, dice: “La Sabana de Bogotá y sus poblaciones requieren de un manejo integral, evitando la contaminación de aguas, suelo y aire, limitando los procesos de urbanización e industrialización, y cumpliendo con su destinación prioritaria, la agropecuaria y forestal”.

Esta visión para La Sabana de Bogotá, que es la región más poblada del país, está en grave riesgo por cambios del uso de suelos en los Planes de Ordenamiento Territorial (POT).

El agua de la Sabana de Bogotá

A mediados del siglo XX, empezaron los proyectos para traer agua de áreas alejadas cuando Bogotá sobrepasó su capacidad para suministrarla de fuentes locales a la población que estaba aumentando.

El sistema de Chingaza da el 75% con agua trasvasada de la cuenca del río Guatiquía a través de 30 km de túneles hasta la planta Wiesner en la Calera. Más del 20% es suministrada por el sistema de embalses del norte de La Sabana (Sisga, Tominé y Neusa) con el agua conducida por el río Bogotá a la planta de Tibitoc en Tocancipá y por la tubería de la autopista norte a la ciudad. Un porcentaje menor de agua viene del páramo de Sumapaz y es tratada en la planta El Dorado.

Chía, Cajicá, Sopó y Tocancipá, entre otros, se abastecen con agua de Tibitoc vendida en bloque por la Empresa de Acueducto, Alcantarillado y Aseo de Bogotá E.S.P. (EAAB-ESP).

En la siguiente imagen están los componentes topográficos, hidrológicos y el sistema de abastecimiento de EAAB.

Figura 1: Vista de la región desde el noroeste, con los ríos principales, los embalses y el sistema de abastecimiento de agua potable de la EAAB (sobre Maqueta: Atlas ambiental CAR, 2001)
Foto: Conexión BIO Páramo de Guacheneque

Contaminación del agua

En el sistema del norte de La Sabana, la calidad del agua que llega a Tibitoc ha empeorado de forma peligrosa pues la CAR no ha controlado las actividades industriales y urbanas entre Gachancipá y Sopó.

Con una capacidad de 10m3/s, Tibitoc funciona como una Planta de Tratamiento de Aguas Residuales (PTAR) pero potabiliza apenas 4,5 m3/s de agua pura de los páramos contaminada con aguas servidas, mal tratadas por las PTAR de los municipios ribereños construidas en el proyecto CAR-BID de la década de 1990.

La contaminación de las aguas se mide por la cantidad de materia orgánica y amoniaco, que es producto de la descomposición de excrementos, basuras y vertimientos industriales que anulan el oxígeno disuelto y liberan toxinas y metales pesados.

Por tanto, la planta entrega agua “potable” cargada con excesos de desinfectantes para 2,5 millones de habitantes.

En La Calera, la reserva de agua de Chingaza para tres meses en caso de emergencias ha disminuido por la contaminación con vertimientos residenciales en la cuenca alta del río Teusacá arriba del embalse de San Rafael.

La CAR no está cumpliendo su obligación de proteger los recursos naturales. La Calera ha permitido la urbanización desmedida sin los controles necesarios para proteger el río.

Estudios de suelos

La mayoría de los suelos de La Sabana de Bogotá son muy fértiles por las cenizas volcánicas de las erupciones milenarias de la Cordillera Central según los estudios de 1968, 2000 y 2012.

Como se ve en la siguiente imagen, los suelos volcánicos, negros, profundos y bien drenados en las zonas húmedas como los del centro y occidente de la altiplanicie (andisólicos) formaron un horizonte arcilloso a poca profundidad en los microclimas más secos de los valles del norte de La Sabana. Estos suelos son fértiles aunque son superficiales y menos drenados. En el valle de Sopó han sido tradicionalmente fuente de riqueza para la región.

Figura 2. Mapa de distribución genética de suelos de la Sabana de Bogotá. En verde y amarillo suelo con influencia volcánica en ambientes húmedo y seco, respectivamente. En azul, suelos hidromórficos de los valles de inundación. En gris, suelos de páramo ricos en materia orgánica. En rojo, suelos superficiales sobre roca (basado en IGAC, 1968)

La ocupación urbana y el deterioro

La ocupación urbana de La Sabana de Bogotá ha deteriorado ambientalmente la región. El estudio de suelos que ha permitido la expansión sobre las tierras agropecuarias fue financiado por el Ministerio de Vivienda, la Gobernación de Cundinamarca y la CAR.

El levantamiento a escala 1:10 000 reclasificó los suelos por propiedades físicas y químicas que determinan su capacidad agrológica de uso. Esto dejó libres 16.875 hectáreas de tierras de alta calidad para otros usos.

El Decreto 3600 de 2007 sobre Ordenamiento de Suelo Rural protege las mejores tierras que son para actividades agropecuarias y forestales (Clases 1 a 3), y prohíbe actividades de industrialización o urbanización.

Los suelos de menor calidad no tienen esta limitación, excepto en zonas de amenaza por inundación o deslizamientos y en zonas de conservación ecológica.

En los municipios del norte, las áreas para posible urbanización e industria (zonas francas), aumentaron en 12 000 hectáreas. Muchas de estas tierras fueron previamente clasificadas como Clase 2 y pasaron directamente a Clase 4.

Así, el camino para la práctica de “volteo de tierras” quedó abierto.

El cambio en la clasificación se debe principalmente al exceso de humedad en los suelos que limita su uso. Esto se debe a que en 2011 se registraron las inundaciones más graves del período Niña en la historia reciente de Colombia. Sin embargo, esto fue temporal y apenas ocurre en condiciones extremas.

El exceso de agua se puede manejar para la seguridad alimentaria de millones de personas. Los muiscas conocían este fenómeno y cultivaban en agro-ecosistemas con canales y camellones.

Por otro lado, los suelos asociados con el sistema hídrico fueron reclasificados de Clase 4 a Clase 6 como consecuencia de las inundaciones y quedaron vetados para usos urbanos o industriales.

La adecuación hidráulica que está llevando a cabo actualmente la CAR pretende mitigar este efecto. La CAR está siguiendo una filosofía anticuada de recuperación de pantanos con el propósito de valorizar tierras anegables y humedales, mientras desconoce su función amortiguadora de crecientes.

Foto: Secretaría de Ambiente de Bogotá El abastecimiento del agua en Bogotá está en riesgo porque la CAR no está cumpliendo su misión.

Adecuación hidráulica

A raíz de la emergencia nacional en 2010-2011, la CAR está descuidando su misión principal como autoridad ambiental, pues está poniendo sus esfuerzos en llevar a cabo un costoso proyecto de adecuación hidráulica del río Bogotá y sus afluentes.

Después de las inundaciones que afectaron la infraestructura y las viviendas de los valles inundados, se dio prioridad a la ejecución de obras para la mitigación de riesgos, con dragados y diques.

Este es el caso del río Bogotá y las obras de ingeniería “ambiental” para prevención de desastres.

Porque ya era tarde para reversar la situación, se amplió y profundizó la cuenca media entre Cota y Alicachín. Se basaron en modelos hidrológicos que consideran los ríos como simples canales de evacuación de aguas, en lugar de recuperar la cuenca, reforestándola, controlando la erosión y descontaminando el río Bogotá promovido por los programas CAR-BID y CAR-GTZ.

La CAR piensa seguir el modelo replicado entre Cota y Cajicá en el río Teusacá entre La Calera y Sopó y en río Bogotá en el norte de la Sabana sin una clara justificación. Este proyecto desconoce los componentes geo-ecológicos de los ríos, destruye los suelos y la vegetación de las rondas.

La CAR debería enfocarse en restaurar el eje central de la Estructura Ecológica Principal (EEP) a lo largo del sistema hidrológico y descontaminar las aguas. Por el contrario, las remociones de tierra impulsan la erosión y sedimentación, lo que anularía los programas que durante más de 30 años ejecutó la misma CAR para recuperar la cuenca y disminuir la carga de sedimentos en la planta de Tibitoc.

La adecuación hidráulica puede producir una calamidad ambiental porque impulsaría la erosión y transporte de sedimentos. Además, los nuevos suelos para la construcción en el valle aluvial aguas arriba de Tibitoc podrían aumentar la contaminación de las aguas del río Bogotá por vertimientos. Esto afectaría el abastecimiento, como ya está sucediendo en Cajicá, Chía y otros municipios de La Sabana.

Es hora de actuar con conciencia geoambiental, antes de que sea demasiado tarde.

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1 comentario

  1. Alfonso Miranda 23 enero, 2023 at 10:26 Responder

    Que triste realidad, el 75% del agua potable de los hogares, la desperdician botándola por los sanitarios, ya que no hay una cultura del orinal que se gasta una mínima parte de agua.
    Y además ya hay una sobrepoblación sin control, depredando la naturaleza, son los seres HUMALOS…

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