La vida es un trancón

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El camino recorrido está en riesgo de irse al traste ante la imposibilidad de movernos.

En la zona hay trancones luego del desprendimiento de la parte del puente. FOTO: César Melgarejo / EL TIEMPO
Cundinamarca | Tomado de El Tiempo, por María Elena Vélez, directora AESABANA | Movilidad| Opinión |

Los trancones de la mal llamada Autopista Norte se convirtieron hoy en día en una gran amenaza para la competitividad territorial, la salud mental de quienes la transitamos, y la famosa Integración Regional.

Es tan grave la situación que, si esperamos a que se apruebe la Región Metropolitana en el Distrito y los municipios, para cuando llegue el momento de crear una Agencia de Movilidad Regional será demasiado tarde. Entonces los avances que hemos alcanzado en desarrollo inmobiliario, salud, seguridad y educación habrán dejado de ser atractivos debido a los trancones que nos separan cada vez más, a pesar de los escasos kilómetros que hay entre nuestras ciudades.

Si la comunidad, conformada por colegios, residentes, universidades, empresas, autoridades municipales, Juntas de Acción Comunal, etc. no se une a trabajar en colectivo para solucionar este “dolor regional”, que afecta tanto a los ricos como a los pobres, seremos inviables en muy corto tiempo y aquellas inversiones en equipamiento que auguraban un respiro para quienes no desean vivir en la ciudad, sobre todo después de la pandemia, serán el fracaso más grande en términos de sostenibilidad económica y social para los más de 600.000 habitantes de Sabana Centro y las 3.500 empresas asentadas en la región.

Recorrer los escasos 17 kilómetros de la Autopista Norte entre Chía y la calle 170 de Bogotá se ha convertido en una verdadera ruleta rusa de trancones: en horas pico, el viaje puede tardar hasta más de 3 horas por trayecto, dependiendo del día, la hora, el clima y el azar; lo que al año representa un promedio de 980 horas perdidas en el tráfico.

Aunque las dificultades de movilidad en este corredor no son una novedad, con el regreso a la presencialidad de más de 100 colegios y universidades ubicados entre la calle 170 y Cajicá, la llegada de nuevos habitantes a la región durante la pandemia, el lamentable estado de las vías y la medida de Pico y Placa extendido, los trancones se han convertido en un constante dolor de cabeza que amenaza la competitividad de la región y la calidad de vida de sus habitantes.

Atendiendo la preocupación de nuestros afiliados, en la Asociación de Empresarios de la Sabana – Aesabana –, llevamos a cabo un sondeo sobre los efectos de la movilidad en las compañías de la región. Para nuestra sorpresa, las pérdidas económicas y el retraso en las operaciones ocuparon el 3 y 4 lugares de una lista encabezada por el estrés y las afectaciones al balance de vida laboral-familiar como preocupaciones principales. La movilidad se ha convertido también en un asunto de salud mental y calidad de vida, más allá de ser un simple tema de infraestructura.

Sin embargo, no podemos dejar que la crisis nuble nuestra claridad ni permitirnos caer en el pesimismo paralizador; por el contrario, debemos reconocer que es momento de actuar conjuntamente como sociedad y que la coyuntura es propicia para exigir cambios: el relevo en el gobierno central, las discusiones que avanzan sobre la Región Metropolitana Bogotá-Cundinamarca y el recién conformado Comité de Movilidad del Corredor Norte, espacio en el que interactuamos la Universidad de La Sabana, Probogotá, Agencia de Seguridad Vial, Transmilenio, Hacer Ciudad, Accenorte I y II, los colegios a través de la Asociación Borde Norte y la Red académica por la movilidad de la Sabana, entre otros. Allí se ofrecen nuevos espacios para aportar propuestas y soluciones desde los sectores público y privado.

Es el momento de proyectarnos como la región interconectada que ya somos, más allá de cualquier figura gubernamental que la soporte, pues 2,6 millones de viajes diarios entre Bogotá y la Sabana demuestran nuestra interdependencia. Necesitamos planificar con un horizonte de 100 años, incluyendo la conectividad regional, que ya empieza a presentar trancones entre Chía y Cajicá, por citar un ejemplo, todo ello para alcanzar soluciones de fondo que superen a los gobiernos de turno. Solo así lograremos una verdadera integración regional en condiciones de bienestar y competitividad.

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