La llave: reducción de jornada laboral y salario emocional
El salario emocional se refiere a pagos no económicos como estimular la felicidad del recurso humano a través de horarios flexibles o valorar a los empleados, entre otros.
Inició la aplicación de la ley 2101 de 2021, con la que, a partir de este año, comienza a reducirse la jornada laboral a 47 horas semanales; en el 2024 se reducirá otra hora hasta que en el 2025 se llegue a 42 horas semanales.
Estudios neurocientíficos aplicados al desarrollo de las organizaciones y las personas han confirmado que, si se es un trabajador infeliz, se es menos inteligente, poco productivo y nada creativo.
En este orden de ideas, el salario emocional se refiere a pagos no económicos orientados a crear y consolidar ambientes laborales impregnados por la motivación, el compromiso y la felicidad del recurso humano, como:
- Horarios flexibles.
- Medicina prepagada o póliza de salud complementaria.
- Reconocer méritos del talento humano.
- Escuchar y valorar a los empleados.
- Dar acceso a capacitaciones, cursos, congresos, entre otros espacios formativos
- Trabajar desde casa o conceder días extras de vacaciones.
- Trabajo híbrido
Diversas consultoras han establecido en sus investigaciones, que con solo elevar un 3% el bienestar de sus empleados, las organizaciones observan un aumento del 1% en la satisfacción y retención de clientes.
Cuatro principios para rendir más en la jornada laboral
Ahora, si a las posibilidades que ofrece el salario emocional le sumamos ciertas pautas para rendir y sacarle más provecho a la nueva jornada laboral, todos estaremos verdaderamente satisfechos, además no suena imposible.
Amantha Imber, fundadora de la empresa consultora australiana Inventium, ha creado cuatro estrategias para manejar el tiempo con efectividad durante las horas de trabajo:
1. Alinear el trabajo con mi «cronotipo»
El «cronotipo» es simplemente una manera de referirse al reloj biológico. Tiene que ver con el ciclo natural de sueño-vigilia por el que transitamos durante las 24 horas del día.
Según Imber, cerca del 10% de las personas son «alondras» que se sienten más enérgicas por las mañanas.
En el otro extremo del espectro se encuentra el 20% de la población que son «búhos» o personas que hacen su mejor trabajo por la noche.
La mayoría de la población habitualmente experimenta un máximo de energía antes del mediodía, una caída de energía después del almuerzo y un segundo impulso al final de la tarde.
Aquí la clave es organizar el día considerando ese reloj biológico, de tal manera que las actividades que demandan mayor concentración, o que son más relevantes se realicen cuando la energía esté alta y, las actividades más rutinarias (como contestar correos, por ejemplo) en aquellos momentos en que esté baja.
2. Planificar el día laboral al final de la jornada anterior
Un día productivo no sucede por casualidad. Requiere planificación. Si se escribe qué queremos hacer, cuándo y dónde, es mucho más probable que se logren las metas.
Una planificación meticulosa es clave para aprovechar el día al máximo. Una manera efectiva de hacerlo es escribir tres prioridades para el día siguiente, es decir, aquellas cosas que no se pueden dejar de hacer.
El siguiente paso es completar la lista de todo lo que viene, idealmente hora por hora.Y también es conveniente agregar al final tareas que son mínimas para hacer entre reuniones o en cualquier tiempo de espera.
3. Desarrollar rituales
Se trata de rituales relacionados con dónde y cuándo trabajar según el tipo de tareas. Al hacerlo de manera constante, el cerebro asociará esas señales físicas y temporales con esas tareas.
Los rituales están relacionados con dónde y cuándo trabajar según el tipo de tareas que realizamos
¿Por qué es importante el tiempo y el espacio?
Básicamente porque nos ayuda a cambiar el «switch» mental. Por ejemplo, hay personas que cuando requieren resolver problemas complejos o desafíos creativos, utilizan ciertas rutas para caminar y pensar.
Otros prefieren separar las tareas entre un espacio de la oficina y otro, algo que ayuda a romper la monotonía y también influye en la actitud con que abordamos determinados desafíos.
Ahora, si se trabaja desde casa, sirve mucho definir qué hacer en qué lugar de la casa. O dividir el espacio entre la mañana y la tarde.
Lo importante es crear rituales haciendo el mismo tipo de actividad en el mismo lugar o a la misma hora.
Por ejemplo, atender a las reuniones de zoom en el dormitorio, contestar correos en la sala y concentrarse en un sillón.
Después de practicarlo por un par de semanas se va a generar un flujo que facilita lograr los objetivos en menos tiempo.
4. Evitar ocupar el calendario al 100%
Un día completamente lleno puede darte una falsa sensación de productividad, pues no quedará tiempo para resolver imprevistos o para momentos de creatividad o contacto social con miembros de tu equipo.
Si el día está repleto de cosas por hacer, hay que programar deliberadamente un tiempo para no hacer nada.
Se puede usar ese tiempo como un momento para las tareas inesperadas que surgen durante el día o para tomar un breve descanso para seguir con más energía.
En pocas palabras, la reducción de la jornada laboral implica cambios en la conducta tanto del empleador como del empleado, lo importante es reconocerlos y sacarles el mejor provecho.