COLOMBIA ENTRE UN FUTURO DIFERENTE O SEGUIR EN EL MISMO AUTOENGAÑO
Los ciudadanos colombianos hemos vivido, en las últimas cuatro décadas, ante el avance de la criminalidad y crueldad ya insoportable.
Ese cambio debe darse no solo en las relaciones sociales, como en las relaciones de poder, Porque también debemos trabajar muy seria y profundamente en el cambio de mentalidad y subjetividad de los colombianos. Lo que es necesario para que los ejercicios de poder, en todas las instituciones que conforman la sociedad colombina, sean realmente diferentes.
Ese cambio implica que los dueños del gran capital en esta sufrida nación entiendan que es necesario el esfuerzo y la bondad de todos. En especial de los que más tienen, porque se trata de contribuir a la creación de ese clima, de condiciones, y del espíritu para una convivencia, estimulante, libre de tensiones innecesarias, sana y fraterna entre los colombianos.
Ellos, los más ricos, es necesario que comprendan en el desarrollo de este ejercicio que su seguridad y tranquilidad proviene, no de una acumulación ilimitada de capital, sino de tres factores esenciales: primero, una justa e inteligente organización social, capaz de transformarse conforme exigen los acontecimientos, la realidad socioeconómica del país y las nuevas culturas en evolución.
Segundo, de un desarrollo político que estimule el florecimiento de la diversidad en todos los campos de la actuación humana y en función del perfeccionamiento de una verdadera justicia social.
Hay que confiar en que el pueblo sabrá elegir correctamente la tendencia más conveniente en cada momento histórico, porque no es verdad que este sea bruto y suicida como suponen muchos.
Si hasta ahora se ha cargado a uno u otro lado es porque el país se ha movido tercamente dentro de la postura de la polaridad y no del florecimiento de la diversidad.
Es, además, necesario abandonar la idea de la lucha política como instrumento para favorecer ciertos intereses económicos o políticos particulares.
La economía es una red con múltiples retículos y descuidar cualquiera en favor de uno solo conducirá inevitablemente a la crisis y al desequilibrio general.
Quienes gobiernan deben saber distribuir las cargas y los beneficios en función del bienestar social, del equilibrio social, pero eso no ha sucedido en Colombia, al contrario, siempre se ha favorecido y de manera muy notaria a los más ricos. Esto debe cambiar.
No hay que creer en los fantasmas con los cuales quieren asustar a los electores.
Se puede decir con entera certeza que en Colombia no hay ningún dirigente, ni ninguna tendencia política izquierdista, con la ceguera, la falta de criterios y de realismo que se ha visto en otros países. No se trata de imponer modelos de desarrollo anacrónicos cuyo fracaso ha sido indiscutible en países como Venezuela, Cuba y Nicaragua.
Aquí si tenemos que estar seguros de que ningún partido ni personaje de la política es tan ciego y bruto como para no ver ni entender tal realidad mundial.
Pero, la verdad es que tampoco es cierto que solamente haya una disyuntiva: o los modelos de desarrollo al estilo Cuba o los modelos de desarrollo al estilo Estados Unidos.
Hay muchos otros modelos funcionando perfectamente en Europa y Asia. Y la discusión debe darse en torno precisamente al cual es modelo que deberemos crear los colombianos para superar la crisis y encontrar un camino evolutivo que realmente nos conduzca a la prosperidad como nación.
Ojalá estos pocos días los dediquemos a pensar en las posibilidades evolutivas que tenemos teniendo en cuenta la protección de la naturaleza y la depuración del medioambiente.
Las últimas encuestas señalan que la polarización sigue creciendo y que el Grupo que podría haber mediado acertadamente se enredó en francas y abiertas disputas internas.
Disputas que les impidió captar la sensibilidad popular orientada principalmente a combatir la corrupción en el Estado y los gobernantes, a encontrar caminos dignos para la paz, y al combate contra la pobreza y el desempleo.
Por otra parte, el invierno ha evidenciado tanto la falta de colegios como de hospitales en varios municipios. Así como la falta de previsión en numerosas obras públicas que podrían eliminar el dolor que hoy padecen los campesinos de varias zonas del país. Todo lo cual demuestra como se ignoran y desconocen los saberes y necesidades de la población en relación con sus territorios.
Detrás de ello posiblemente está la costumbre de las “mordidas” y el hecho de que si la población participa en la planeación y en la vigilancia de las inversiones, estas mordidas no puedan realizarse.
Ahora bien, frente al hecho de la polarización ya evidente e inevitable según los resultados de las encuestas. Que hay un candidato alrededor del cual se han agrupado todas las fuerzas que han gobernado desde siempre este país y que, por lo mismo, no ofrecen ninguna posibilidad de cambio.
¿Existe acaso la posibilidad de que pasen a segunda vuelta tres y no solamente dos candidatos? No, porque la Constitución nacional niega esta posibilidad al establecer que la segunda vuelta se hará entre los dos candidatos de mayor votación obtenida y no entre los tres que más votos obtengan.
Así las cosas, esas posibilidades de cambio solamente pueden darse en el candidato de oposición que más votos tendría, según las encuestas.
Entonces, ¿es un riesgo, como dicen los partidarios de los grupos que arropan al candidato de la deshonrosa tradición establecida en nuestro país según la cual nada se puede hacer sin las prebendas y las mordidas al contratar?
¡Rotundamente no! No existe en el país, excepto las guerrillas, ningún personaje político o grupo de la oposición o de los tradicionales partidos que han gobernado este país. Que sean tan ciegos como para intentar implantar en el país viejo y obsoletos sistemas políticos absolutamente centralistas y dictatoriales que ya fracasaron en todo el mundo.
Esa idea es realmente tan “inocente” y vacía como la del “coco” para asustar a los niños en el pasado. En realidad, quienes hablan de este fantasma del comunismo o del socialismo están movidos por dos miedos, esos si reales: uno, el miedo a que se descubran muchos de los desfalcos, robos y estafas al Estado y la nación colombiana, y dos, miedo a la pérdida de control sobre el Estado y, por tanto, a que el orden social se trastoque hasta constituir un peligro para la estabilidad nacional. Esa es la realidad de los hechos y no otra.
Creo, por consiguiente, que para abrir las puertas del cambio es necesario apoyar en primera vuelta sin dudas y sin miedo al candidato de oposición que más probabilidades de pasar a la segunda vuelta tiene, según el resultado de las últimas encuestas.
Se trata de que en verdad haya justicia en el país. Justicia respetando las leyes y las instituciones encargadas de administrarla. Se trata también de que se establezca un orden de prioridades que facilite el desarrollo de pequeños y medianos emprendedores, que, tanto en el campo como en la ciudad, se ven limitados en su capacidad para mejorar sus empresas. Todo en razón a las onerosas condiciones del crédito bancario y extra bancario.
Se trata así mismo de tener una sensibilidad especial para atender proactivamente el sufrimiento de miles de hogares colombianos acosados por el hambre y la soledad.
Igualmente, hay una exigencia de mejorar el sistema de salud y una condición básica para lograrlo es él incremente de los especialistas en las distintas ramas de la medicina, abriendo becas para que los médicos generales puedan acceder a estas especializaciones.
De igual manera, se trata de elevar el nivel cultural, de integración y de desarrollo de los saberes populares, así como la condición ética y estética de estos sectores abandonados totalmente por el Estado.
En fin, se trata sin perseguir a los más ricos, sin criminalizar la riqueza, de lograr que, mediante acuerdos y tratados especiales, estos se vinculen en justicia para contribuir efectivamente a la lucha contra la pobreza y el hambre en Colombia.
Así las cosas, pienso que hay que apoyar al candidato de oposición que tiene el porcentaje más alto en las encuestas.
Con absoluta seguridad acertaremos, porque los cuatro años de gobierno en la alcaldía de Bogotá debieron enseñarle que el aparato estatal no es para perseguir o aplastar a nadie.
Aquí la alternativa es unir fuerzas a fin de sumar en la lucha por la justicia y la seguridad sociales, y en contra de la pobreza.
Tenemos que entender que la única manera de superar estos estados depresivos generales en lo económico y lo social, solamente será posible mediante alianzas. Todo con ese fin, entre los distintos actores de la vida nacional.
Así pues, que a votar con serenidad, dignidad y esperanza por el candidato de oposición más favorecido por las encuestas.