El efecto mariposa de la inconsciencia ciudadana

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La ciudadanía no se puede dar el lujo de no votar. Estas votaciones son decisivas. Un voto inconsciente o vendido podrá ser el efecto mariposa que nos lleve al abismo del caos.

EDITORIAL | La inconsciencia es aquel estado mental en el que un individuo desarrolla su comportamiento de vida, con relación a sí mismo y al entorno que lo rodea, de manera inadvertida, lo que significa sin darse cuenta. A este estado lo han llevado lenta pero certeramente, los propios gobiernos a través de lamentables políticas de empleo y al exitoso estímulo que han hecho de la pobreza, entre otras muchas causas.

En términos generales, esa vorágine en que se convierte que la mayoría del pueblo no tenga un trabajo formal y permanente, y buena parte de la mitad de lo que resta trabaje para vivir en afugias y seguir trabajando. Da como resultado que la gran mayoría del pueblo colombiano haya perdido su autoestima, su sentido común y su conciencia ciudadana. Porque no tiene tiempo para pensar, reflexionar y darse cuenta de quiénes y qué, causan su deplorable situación, ni cómo los están gobernando.

Mientras tanto, aquellas castas que desde antaño fueron elegidos de buena fe, pero sin un masivo y exigente control social, se fueron apoltronando en sus cargos junto a sus amigos y familiares y poco a poco fueron creando la más costosa y estéril burocracia que les permitió a muchos perpetuarse en el poder.

Pero al buscar el verdadero origen de aquello que ocasiona tan desastrosa situación, vemos que siempre se señala al político, a las instituciones oficiales y al estado. Como si ellos fueran entidades o estructuras monolíticas únicas e inamovibles, cuando en realidad son el producto de lo que la masa votante decide elegir, bajo un criterio cada vez menos racional, crítico y exigente.

Por eso, cada cuatro años se llevan a cabo las elecciones más importantes del país, las regionales, o sea las elecciones de base del pueblo, las que tiran línea y marcan la pauta del nivel de personajes que más tarde llegarán a las elecciones nacionales de congreso y presidente.

A manera de analogía se puede decir que las elecciones regionales son la sala cuna de los políticos nacionales, ya que este es el primer escenario socio-político al que llegan los candidatos luego de cumplir con varios requisitos que para el elector de a pie no siempre son claros.

Primero, el candidato debe hacer parte de una colectividad política cuya ideología debe cumplir con una visión de país y de desarrollo que debe exigir y procurar que los líderes de sus partidos, la lleven a cabo. Pero de un momento a otro, sin darnos cuenta y sin solución de continuidad, los partidos se convirtieron en numerosas carpas de circo, sin principios, ideología o propuestas. Porque no se enmarcan en los conceptos políticos que van desde la extrema derecha a la extrema izquierda, pasando por todas las versiones de centro, sino que se crean y se improvisan los partidos o movimientos significativos que sean necesarios y que responden ya no a una ideología sino a los conceptos mercantiles del mejor postor.

Este cambio de paradigma, de lo ideológico a lo mercantil, termina por confundir no solo al lector inconsciente, sino hasta el más consciente de los votantes. Que ven con asombro y desconcierto el tránsito que hacen los candidatos de partido en partido, militando en la mañana en la derecha y en la tarde con la izquierda, sin que nada pase y sin que nadie cuestione. Pues no hay reglas claras, límites, responsabilidades ni sanciones.

Conductas estas que evidencian que la política ya no es un hecho de militancia colectiva en procura de un bien común. Si no que se convirtió en un hecho personal donde cada candidato se vende de manera individual como un producto de mercado donde lo que importa es la imagen, el eslogan, la mercadotecnia, las promesas irreales, la publicidad, y sobre todo, el dinero que nubla voluntades y distorsiona el raciocinio de los votantes más débiles y necesitados.

De hecho, no es gratuito que se venga institucionalizando la idea de que la política es dinámica, o sea que se mueve en relación con las causas que la producen, o que los hechos o fuerzas que ocasionan esos giros tienen un fin determinado. Pero cuando se toman estos principios y definiciones que se estudian en la física y la mecánica y se llevan a la sociología de la política y al lenguaje de uso coloquial, lo único que se está diciendo es que ahora, en la política, todo se vale.

De ahí que la política, los políticos y el ejercicio del poder se hayan satanizado en el país. De una parte, por la polarización y el enfrentamiento verbal, físico y de vida. De otra parte, por los altos costos que demanda una campaña libre de compromisos y prebendas y, finalmente por la preocupación de perder la tranquilidad de una vida personal y familiar, porque el ejercicio político también se convirtió en una actividad de alto riesgo. Todo lo cual terminó por espantar aquellas mentes brillantes, capacitadas y honestas, eficientes y prácticas y hayan terminado por deponer su interés en la práctica política.

Así las cosas, quienes más llegan y cada vez en más número a los cargos de poder, son los más atrevidos. Aquellos personajes que poco tienen que ofrecer y nada por perder y así poco a poco se sigue desmejorando el nivel de nuestros gobernantes en la mayoría de los municipios del país. Porque cada cuatrienio los candidatos que llegan son de menor nivel ético, moral y académico, pero todos sí, con ínfulas de estadistas y ansias de riqueza.

De ahí el increíble número de candidatos a la alcaldía de Chía, 13 en total. Cifra con la cual el municipio se encuentra entre las 10 ciudades con mayor número de candidatos de todo el país.

De ellos, dos candidatos declinaron sus candidaturas sumándose a otras campañas, lo que deja once, para el debate electoral.

Un solo voto hará la diferencia para que Chía encuentre un mejor rumbo. Un solo voto podrá elevar el nivel de conciencia de toda la ciudad. Un voto inconsciente o vendido podrá ser el efecto mariposa que nos lleve al abismo del caos y, el voto de todos, podrá ser la fuerza del cambio que todos deseamos para crecer y mejorar como ciudadanía. ¿Será que estamos sintonizados?, si no lo estamos o no sabemos y somos conscientes, podemos votar en blanco, pero votemos.

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