LA POLÍTICA COLOMBIANA, UNA “CULTURA” DE CHISMES Y ACUSACIONES

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La falta de lealtad, el oportunismo, el juego de la culpa y el señalamiento como estrategia de poder, hace que en últimas todos pierdan credibilidad.

Por Alberto Conde Vera | Columnista |Opinión | 

  Uno de los hechos más notables de la política colombiana, desde que el narcotráfico apareció y se infiltró en los mal llamados partidos políticos colombianos, es el de los escándalos. 

¿Cómo pudo desarrollarse este fenómeno hasta convertirse en la estrategia más efectiva para ganar elecciones?

Esto tiene que ver con dos situaciones que tienen como base. De una parte, la excesiva concentración del capital, ya que se ha hecho demasiado lenta la evolución económica del país, al dificultar la liquidez que constituye la vida propia del sistema: el capital, llegue con facilidad a todos los sectores de la producción. De la otra parte, el hecho de que la tierra siga siendo acaparada por una minoría que, lejos de tener en cuenta las necesidades alimentarias de la población colombiana, produce con el ánimo de satisfacer la demanda del mercado internacional, -incluida la demanda de sustancias psicotrópicas-.

Además, los pequeños y medianos productores de alimentos, en el campo, han sido abandonados a su suerte, como evidenció la pandemia y denunció tantas veces el senador Robledo en el Congreso de la República. De no ser por la tenacidad de nuestros campesinos y su imperiosa necesidad de no abandonar la tierra, ya que el trabajo agrícola es lo único que saben hacer, el mercado colombiano estaría lleno de objetos de lujo. Productos para el consumo traídos de China y Estados Unidos, aun cuando esto signifique la ruina total de los productores colombianos. ¿Cómo no habría de tomar fuerza el narcotráfico en estas condiciones? 

La infiltración del narcotráfico, denunciada con coraje y firmeza por Luis Carlos Galán Sarmiento, asesinado por esta causa, originó la transformación de los partidos. Al extremo de que cada aspirante al Congreso (Senado y Cámara), tanto de derecha como de izquierda, se fue erigiendo en líder de su grupo de seguidores que actúa autónomamente, pero cobijado por el mismo nombre: Liberales, Conservadores, Centro Democrático, Cambio Radical, etc. 

Sucedió entonces que casi todos los partidos. Dada la cantidad de dinero sucio que empezó a circular soterradamente por todas las arterias de la política colombiana, logró que el trabajo de educación política, de organización y de participación popular de la vida partidista, se abandonara. Toda vez que resultaba y resulta más “práctica” y efectiva la compra de votos. 

Algo similar pasó con la vocación política: hubo un tiempo en que ser concejal, por ejemplo, significaba servir lo más eficientemente posible a la ciudad sin recibir sueldo alguno. Sin embargo, la necesidad de apresurar trámites administrativos hizo más frecuentes los sobornos, razón por la cual se estableció el pago de sueldo, por parte del Estado, a los concejales para evitar este fenómeno. Fenómeno que por lo que se ve no solamente no se corrigió con esta medida, sino que continuó sostenido por inescrupulosos miembros del sector empresarial privado. 

Este recuento acerca de lo que ha pasado en el país tiene por objeto señalar las condiciones en las cuales se mueve la política colombiana y cómo es de difícil detener este fenómeno de la corrupción en el interior de la misma. 

Las manifestaciones de prácticas indebidas de hacer política obedecen también a la voluntad de ciertos grupos económicos por controlar la dirección del Estado en los distintos niveles de su actuación: nacional, departamental o municipal. Aquí en Chía, por ejemplo, tenemos un Plan de Ordenamiento Territorial que evidentemente favorece al gremio de los constructores y dificulta el cuidado del medio ambiente y de la naturaleza. 

Como vemos, es este un fenómeno nacional y combatirlo implicaría una reforma política que obligara a todos los grupos o partidos políticos a su democratización real. 

La democracia tiene una parte de forma y otra de fondo. La forma tiene que ver con los reglamentos, los métodos, los mecanismos, la estructura organizativa, las estrategias de participación y marketing. El fondo son los principios, las ideas, los programas, los planes de gobierno, etc. Pienso que para otorgar la personería jurídica a los partidos, el gobierno debería exigirles la presentación de todos estos elementos y, además, debería tener veedores o fiscales que verificaran periódicamente si están cumpliendo o no con el documento que suscriban.

Mientras esto no sea así, será muy difícil controlar la corrupción, porque el verdadero control fiscal es la presencia de los ciudadanos, a quienes sí les interesa que las cosas se hagan bien, en los distintos órganos funcionales de los partidos. Además, lo mejor sería que el Estado financiara totalmente las campañas, para evitar la influencia del capital privado en las mismas.

Vistas así las cosas, deberíamos preguntarnos ante la situación actual: ¿cuál de las organizaciones políticas cumple con estos requisitos? Si la política debe basarse en unos principios, ¿qué principios son esos que permiten guardar una información, obtenida además por medios fraudulentos, y revelarla ad portas de una crucial elección para afectar negativamente a un contendor? ¿Es ética, moral y legalmente válido infiltrar un espía en un partido, ponerlo en el interior del mismo y revelar aspectos de una discusión interna de un tal partido? 

Todos sabemos que esa infiltración es muy difícil de detectar hasta que se manifiesta en un acto de deslealtad tan grande como el que estamos viendo, puesto que lo leal sería poner en conocimiento al candidato y al director del partido de lo que está sucediendo. Como dicen por ahí, ¿quién es peor: el que mata por la paga, o el que paga por matar?. 

Pero igualmente podemos preguntarnos: ¿qué debe hacer el director de un partido o su candidato ante hechos como estos? ¿No deberían expulsar a quienes han dado pie a este escándalo? Y como medida preventiva, ¿no deberían los partidos es sus estatutos prohibir la filiación de individuos sospechosos de actos deshonestos a sus filas? Este es un problema ético y la ética es muy importante en la vida política.

Como sea, este oprobioso hecho es una prueba más del lamentable nivel de la política colombiana que hace que en lugar de discutir las alternativas de fondo: ¿qué proyectos y programas deberían diseñarse para evitar el dolor que causan las inundaciones en los pueblos y veredas del país?; ¿cómo tener escuelas mejor dotadas y funcionando en espacios adecuados, con todos los servicios públicos?; ¿cómo facilitarle la vida al campesino colombiano expuesto a las inclemencias del tiempo?; ¿cómo mejorar significativamente el servicio de salud y cómo promover la generación de empleo?, se limiten a descalificarse mutuamente y a desmoralizar a la población.

Cómo introducir un sentido de nobleza y lealtad para que se cumpla eso que Gaviria, uno de los candidatos del Centro Esperanza, dijo: “Yo no tengo enemigos sino competidores”.

¿Cómo hacer para que en aras de esa lealtad nadie opte por introducir a destiempo y de manera oportunista temas tan bajos, en lugar de conversarlos con quien supuestamente es el culpable; y más bien aprovechar un proceso tan fundamental para la democracia, como las elecciones presidenciales, para fomentar la tan necesaria transformación cultural que posibilite enfrentar con la seriedad que requieren cuestiones tan vitales como de qué manera disminuir los índices de pobreza alarmantes; cómo evitar la deforestación de nuestros bosques y selvas; cómo propiciar una comprensión ética de la vida para frenar la criminalidad?

En fin, cómo hacer para que tantos jóvenes entiendan que matar y arriesgarse a morir por la paga es una forma de suicidio y no una forma de vida. Cómo desarrollar el amor a la vida y a la convivencia en tantos millones de colombianos marginados y discriminados.

Así que lo doloroso es eso: la falta de lealtad, el oportunismo, el juego de la culpa y el señalamiento como estrategia de poder, hace que en últimas todos pierdan credibilidad. En fin, la ruindad en toda su expresión.
El canibalismo político, como alguien lo llamó hace ya mucho tiempo.

Porque si se es leal, no se infiltra al rival y si se conoce de buena fuente una situación de esta naturaleza, se entrega a las autoridades judiciales para que sean ellas las que investiguen y ejerzan justicia. Y al respecto, creo que también el periodismo debería revisar sus parámetros éticos, pues en lugar de contribuir a la confusión y la desesperanza de los colombianos, debería ser el medio instructivo por excelencia.

*Foto de portada tomada de la BBC

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1 comentario

  1. Carlos Vargas 11 junio, 2022 at 08:49 Responder

    Lamentable ver cómo los grandes medios se parcializan con supuestos partidos guerreros de “Derecha”, porque los que ellos estigmatizan son de Izquierda, ya que promulgan la igualdad y la Paz y esto según ellos de alguna forma es nocivo para el País.

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