Ya evolucioné… política de siempre

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La estrategia de confiar ciegamente en los líderes para satisfacer nuestras aspiraciones sociales, fracasó. 

Por Alberto Conde Vera | Columnista EPDC |Opinión |

 Creo que muchos y muchas hemos visto con agrado la publicidad sobre una nueva gaseosa, cuyo nombre no menciono para evitar un posible perjuicio a los editores de este periódico. En todo caso, su eslogan -Ya evolucione- me pareció oportuno y apropiado para el momento político e histórico que estamos viviendo. 

Los encantadores de serpientes que hoy, como los culebreros que se presentaban en las plazas y parques de los pueblos hace algunos años, comienzan a volver por estos días a estos mismos sitios para de nuevo embrujar a los ciudadanos con discursos basados en las exigencias de los jóvenes durante las marchas, al comienzo de este año. 

Dirán, como dice el presidente Duque, que habrá educación gratuita para todos los niños y jóvenes desde la primaria hasta el último grado del nivel profesional; que la salud llegará con su luminosa gracia a todos los hogares del país, que el empleo crecerá como por arte de magia y que la vivienda brotará de la tierra como los recios robles en las montañas de los climas fríos. 

Que los ríos y quebradas del territorio nacional recibirán la ayuda del “Poderoso Divino”, tal cual dice “El Bucky”, en una de sus más populares canciones, y se depurarán para entregar el agua cristalina y pura a los sedientos habitantes de las ciudades que las contaminan. 

En fin, ningún problema, dificultad u obstáculo, podrá detener el soñado y espectacular desarrollo de la sociedad colombiana, orientada por estos prestidigitadores de la política. 

Claro, es agradable, suena bien, oír decir a alguien que realizará las cosas que uno desea y quiere que ocurran; y millones de colombianos han sido seducidos y motivados a votar por los promeseros, adictos a la mentira e incapaces de superar esta adicción, como sucede con la mayoría de los adictos a las drogas. 

Pero no; ese dulce canto de sirenas no va más. Ya hemos evolucionado; ya dejamos atrás la ingenuidad. “Ya no más: política de siempre”.

¡Ah! esa política de siempre. Todos la conocemos, la despreciamos, la detestamos, sabemos en qué consiste, pero, hablando más formalmente, preguntémonos cómo es posible que haya persistido desde la aparición del mal llamado Frente Nacional al final de la década de los 50 del siglo pasado, hasta la actualidad. 

Creo que los cambios sucedidos al sobrevenir la “mundialización”, -que no es solamente un fenómeno económico ni tecnológico-, y tras la caída de los regímenes autárquicos y dictatoriales de China y Rusia, muchas cosas se aclararon tras la aparición de corrientes de pensamiento como el Nuevo Humanismo fundado por Silo (años sesenta en Argentina y Colombia) y las filosofías críticas, principalmente de Deleuze y Foucault que influyeron notablemente en el pensamiento de los jóvenes desde los años cincuenta y sesenta del pasado siglo en Europa y a partir de los setenta en nuestro país. 

Aprendimos de ellas que la tozudez de las verdades indiscutibles, incuestionables, lleva necesariamente a los estados de corrupción, desencanto y violencia que padecemos en el mundo y, en especial, en Colombia y América Latina. Pero además aprendimos algo fundamental: el poder no es una cosa, no es algo que se posee o que reside en determinados lugares. No pertenece a nadie, se ejerce, -dice Foucault. 

Es un ejercicio de direccionamiento de acciones y, por tanto, está presente prácticamente en toda relación humana. 

Vale decir, en los hogares, las empresas, los colegios y universidades, los grupos sociales, las instituciones; en fin, en todas partes y ocasiones. 

Si es así, la cuestión es de estrategias y si se trata de estrategias tendremos que decir de nuevo: ¡Adiós, política de siempre! Porque la estrategia de confiar ciegamente en los líderes para satisfacer nuestras aspiraciones sociales, fracasó. 

Ya no se trata de delegar en otros nuestro propio poder. No; se trata de participar, de constituir redes que amarren a los líderes y no les den la posibilidad de engañar. 

Se trata, como dice Silo, de asumir la responsabilidad de ser parte efectiva de la construcción del mundo que deseamos. 

Esa es la estrategia: la de pertenecer a organizaciones que actúen sobre objetos (en el sentido amplio de la palabra) de nuestro interés. De ser “sujetos de poder” como sugiere otro importante autor español. 

Por eso podemos decir: ¡Terminamos, política de siempre! Ahora seremos nosotros los políticos y practicaremos la estrategia de la participación efectiva para determinar las acciones.

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