Pólvora y Fiestas
Ya se oyen los truenos y las silbas de la pólvora. Sigue el ecocidio y la quema del dinero que muchos dicen está escaso.
La pólvora fue un invento de los chinos y los principales difusores fueron los mongoles e, infortunadamente, se convirtió en un valioso instrumento para las guerras y los conflictos que la humanidad no pudo, ni puede, resolver por la incapacidad de dialogar y las subidas pretensiones de los poderosos de dejar constancia de su brutalidad.
Así, algunos dicen que las fiestas sin pólvora no son fiestas, y se gastan miles, a veces millones, en comprarla y quemarla para que en unos pocos minutos vuelva la oscuridad y el cielo se impregne del humo o de los componentes de estos sorprendentes juegos pirotécnicos, componentes químicos que duran un buen tiempo en la atmósfera y producen malestar entre los seres vivos.
En América la pólvora es una herencia de los conquistadores españoles y portugueses, y ella ha sido protagonista de desventuras inimaginables. Cuántas fábricas y lugares de expendio no han estallado y dejado muertos y heridos y mutilados que luego deben enfrentarse a la vida con dificultades, y la poca ayuda de las autoridades que permiten el uso de este explosivo.
También muchas personas viven de su producción y venta, y su alegría está en venderla y que los demás la consuman. Una contradicción que algún día se tendrá que resolver para el bien de todos.
Una reflexión final: “Si nos bastase ser felices, la cosa sería facilísima; pero nosotros queremos ser más felices que los demás, y esto es casi siempre imposible, porque creemos que los demás son bastante más felices de lo que son en realidad”, decía el filósofo y jurista francés, barón de Montesquieu. Y punto.