¡Mayday!, ¡mayday!, Lagos de Torca pone en riesgo la seguridad aérea del aeropuerto Guaymaral

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Piloto veedora, denuncia los riesgos a que estarán expuestos pilotos, pasajeros y estudiantes de aviación, ante las limitaciones espaciales que ocasionarán los edificios en cualquier maniobra de emergencia.

La constructora en su información comercial no duda en entregar una completa reseña del proyecto donde incluye esta frase, con todo y asterisco: *Este proyecto se encuentra ubicado en inmediaciones del Aeropuerto Flaminio Suárez Camacho de Guaymaral. Sin embargo, ella no explica a sus compradores lo que sí dice la RAE sobre inmediación: “Cualidad de lo que es inmediato: según la mediación o inmediación temporal, podemos hablar de impactos a corto o a largo plazo, respectivamente”.

Chía | Redacción EPDC | Denuncia | 

Las escuelas de aviación y pilotos privados continúan con sus reclamos y llamando la atención a la Aeronáutica Civil por haber autorizado en el megaproyecto residencial Lagos de Torca, una construcción de edificios de interés social muy cerca de una de las cabeceras de la pista y zona de aproximación del aeropuerto Guaymaral.

A esta protesta se suma ahora la de Ángela Patricia de Bedout, quien con licencia para volar como piloto comercial y de acrobacia, surcó por años los cielos de todo el país, especialmente los de la sabana de Bogotá. Ella denuncia los riesgos a los que se exponen no solo los cientos de familias que lleguen a vivir en dichas torres, sino también pilotos, pasajeros y estudiantes de aviación ante las limitaciones espaciales para cualquier maniobra de emergencia a la que puedan verse abocados los aviadores, en el punto más crítico de su operación: la cabecera de la pista de aterrizaje y despegue de su aeronave.

Aunque dejó de pilotear hace unos años, Ángela Patricia sigue volando entre las problemáticas de la sabana, como reconocida líder social y veedora. Su conocimiento y experiencia en el tema aeronáutico la llevaron a sumarse a esta protesta que, desde diferentes frentes, se viene llevando a cabo desde hace doce meses, sin respuesta de autoridad alguna, para los residentes, pilotos y escuela de aviación, entre otros. Que esperan de las autoridades una acción más preventiva.

Por esta razón, Patricia de Bedout no dudó en enviarle una carta a Sergio París Mendoza, director de la Aerocivil, en la que le expresa su profunda preocupación y lo exhorta a que revise la autorización que dicha entidad le otorgó a Lagos de Torca para construir edificios tan cerca a la pista de este aeródromo.

Pero, ¿qué es Lagos de Torca?

La imagen en blanco es el proyecto Lagos de Torca, ubicado dentro del mapa de Bogotá. D.C. Foto tomada del plan parcial de Amarilo en Lagos de Torca.

Según la Secretaría de Hábitat de la Alcaldía de Bogotá, este megacomplejo residencial es un modelo de intervención público-privado que comenzó a gestionarse en el gobierno de Peñalosa y fue retomado por López para desarrollar el borde norte de la ciudad durante los próximos 25 años.

El área total del proyecto es de 1.803 hectáreas, lo que representa el 5 % del área urbana de Bogotá. Se extiende al norte de la ciudad, en las localidades de Suba y Usaquén, desde la calle 183 hasta la 245, entre la carrera Séptima y la ampliación de la avenida Boyacá al occidente.

Se calcula que Lagos de Torca albergará unos 500.000 nuevos habitantes. Luego de construir las 135.000 viviendas programadas, de las cuales 30.540 serán de Interés Prioritario y 38.900 de Interés Social, el resto será de interés comercial.

En este desarrollo intervendrán hasta el momento diez constructoras, que participarán con sus proyectos en esta ciudadela. Entre ellas se encuentran: Marval, Amarilo, Colpatria, Mazuera, Hayuelos, Prodesa, Urbansa, Alcabama, Andalucía y Cucezar. El valor total de inversión, según la Secretaría del Hábitat, supera los 22 billones de pesos.

Vale la pena señalar que las cuestionadas edificaciones corresponden a la constructora Amarilo. Que dentro de la ciudadela Lagos de Torca, desarrollará el plan parcial No. 26 denominado Hacienda el Bosque, donde construirán, entre otros, un conjunto de interés social conocido como El Pomelo, que tendrá 420 apartamentos en 11 torres de 12, 11 y 6 pisos. Según los expertos, estos edificios se encuentran en un límite muy fino de la zona de aproximación de los aviones.

Sobre la reserva Thomas van der Hammen

En verde, estructura de la reserva Thomas Van der Hammen. Foto Google.

Otro de los lunares de este desarrollo, era el encerramiento que se planeaba hacer del corredor biológico de la reserva Thomas van der Hammen, tesoro ambiental de la sabana. Y al que Claudia López le dio, vía decreto y de un plumazo, la estocada final al declarar que parte de este territorio podía ser intervenido para Lagos de Torca, pese a estar considerado una reserva ambiental. Sin embargo, en las últimas semanas el Juzgado cuarto Administrativo de Bogotá declaró nulos los artículos 21 y 129 del Decreto 088 de 2017, que le permitían al megaproyecto disponer de un área protegida que hace parte de la reserva Van der Hammen.

 ¿Dónde está la prevención de riesgos y desastres?

En la imagen, se aprecia la pista de Guaymaral enfrentada al cuadro en rojo, área territorial que desarrollará Amarilo como plan parcial No. 26 en Lagos de Torca. Cómo se aprecia, se encuentra en la trayectoria de aproximación de la cabecera oriental de la pista Flaminio Suárez en Guaymaral. Foto tomada del informe de Plan Parcial de Amarilo.

El Periódico de Chía ha recogido de ciudadanos y veedores reflexiones que se relacionan con los inquietantes niveles de riesgo a los que podrían estar sometidos diferentes sectores de la sociedad del entorno aeroportuario, con estas afectaciones aéreas.

Estas comunidades insisten en la necesidad de que exista una evaluación y concepto previo por parte de la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD), antes de otorgar permisos por parte de la Aeronáutica Civil y curadurías urbanas para construir las edificaciones en cuestión. Esto por cuanto la UNGRD, dicen ellos, tiene como objetivos específicos comprender el riesgo, fortalecer la gobernanza del riesgo, gestionar dicho riesgo e invertir en la reducción del riesgo de desastres para la resiliencia.

A pesar de la percepción generalizada de que la aviación es uno de los transportes más seguros, como de hecho lo es, aquí habría que evaluar el nivel de riesgo que podría ocasionar la ubicación de varias torres de apartamentos a un escaso kilómetro de la cabecera de la pista de aterrizaje del aeropuerto Flaminio Suárez en Guaymaral. Así como la altura de los edificios, ya que si bien estos pueden ser algo más bajos que los estándares que se exigen en El Dorado, por ejemplo, la fuerza y elevación de las aeronaves livianas no es la misma que tienen los aviones de turbina.

Para Patricia de Bedout, estas edificaciones representan un alto e inminente riesgo para la seguridad aérea de este terminal, ya que actualmente este aeródromo registra el tercer lugar en operaciones aéreas en el país, con 400 diarias y 100.000 al año.

 Guaymaral aeropuerto de aviación liviana

Imagen tomada de Google.

Estas operaciones se centran en lo que se conoce en el mundo aeronáutico como aviación liviana, o sea aeronaves que se caracterizan por su tamaño pequeño, motores de hélice y un peso no superior a los 750 kilos. Son aeronaves que se utilizan para los servicios de enseñanza de aviación, transporte de mercancías, fotografía aérea, vuelos de fumigación, ambulancias aéreas, vuelos comerciales de corta duración y taxis aéreos, entre otros.

A lo anterior hay que sumarle la operación aérea de la base antinarcóticos de la policía nacional con sede también en Guaymaral. Lo que aumenta el tráfico aéreo diurno y nocturno en la zona y el ruido que tendrán que soportar los residentes de estos apartamentos de interés social. Quienes terminaran viendo afectada su calidad de vida no solamente por el alto riesgo a que estarán expuestos, sino por la falta de ventanales insonorizados que la constructora no les dará. Impidiéndoles tener la tranquilidad que esperan encontrar en su nuevo hogar.

Hay que agregar también el plan de expansión proyectado para este aeropuerto, lo que augura un crecimiento en el tráfico aéreo, que para la comunidad significa un mayor nivel de riesgo que no se quiere asumir.

Por todas estas razones, comenta De Bedout : “coincido con la opinión de centenares de pilotos que dominan la ruta de la zona, en que la construcción de estos edificios con esta altura, en tan estrecha proximidad a una pista de aterrizaje, es extremadamente peligrosa.

“Situaciones como un mal clima, vientos cruzados, fallas de motores o fenómenos como el Windshear, podrían tener consecuencias catastróficas tanto para las aeronaves y el equipo humano, como para los habitantes de dicha urbanización”.

A la espera de un pronunciamiento

La cercanía de este proyecto, al aeródromo de Guaymaral donde diariamente despegan y aterrizan estudiantes de aviación de nueve escuelas ubicadas en las cercanías del aeropuerto y que dependen de esta pista para salir a volar y consolidar su formación aérea. Eleva aún más el nivel de riesgo. Lo que hace imperativo considerar la seguridad y bienestar de quienes lo utilizan.

Es importante que la autoridad competente se pronuncie. Porque pilotos, escuelas, veedores, medios de comunicación y ciudadanía en general continuarán insistiendo en una intervención que solucione esta preocupación. Hasta ahora la respuesta no ha sido otra que el silencio institucional, que parece extenderse por el tiempo de la construcción de los edificios, y así cuando llegue la reacción ya no habrá nada que hacer, porque todo estará construido y habitado.

De todas maneras es importante recordar que por el volumen del tráfico aéreo y las características de las aeronaves que se mueven en este terminal, el aeropuerto Guaymaral registra altos índices de accidentalidad. Solo en el 2011 cayeron entre este terminal y sus zonas vecinas 5 aviones. Y en Chía han caído cuatro aeroplanos que han dejado víctimas pero sin consecuencias a terceros.

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