El paso del Libertador por la Sabana de Bogotá
Con motivo de las celebraciones del 20 de julio, el Periódico de Chía, fue tras los pasos que dio el Libertador en Chía y la sabana, durante sus campañas de independencia.
Habitación de Bolívar en la Hacienda Fusca, en ella
se destaca su cama con baldaquines. Foto cortesía familia Tamayo
Chía, uno de los lugares
favoritos para el solaz del Libertador
Carlos Matiz, fue encargado por el municipio, en 1935, de escribir una monografía de Chía con motivo del cuarto centenario de Bogotá. En su trabajo, el autor transcribe la carta que, desde Perú, le envía El Libertador a su gran amigo y entusiasta republicano, el párroco de Chía, Juan Nepomuceno Parra, quien siempre estaba atento a brindarle alojamiento en la casa cural, durante sus arribos a la región. En la misiva, “El Libertador”, confiesa su gusto y preferencia por el municipio así:
“Mi muy estimado señor cura párroco… le diré que ya está liberado el Continente Americano de españoles y regreso a mi querida Colombia, dejando fortalecidos los puertos de Ecuador y Perú, para evitar nueva invasión. Pero le diré con franqueza que muy pocos puntos hay tan bellos como los campos de Chía y sobre todo ese cuarto alto en donde me he hospedado ya varias veces, lo reclamo para pasar mis últimos días… Afectísimo (Afmo) amigo, Simón Bolívar.”
Manuel Guillermo López Villabón, escritor del libro “Estampas Históricas de la Ciudad de La Luna” (2014), cuenta que en el lugar donde está ubicada la iglesia central, antiguamente hubo un cementerio indígena porque al momento de la construcción se encontraron restos de aborígenes y ratifica que Bolívar solía pernoctar en la casa cural.
Matiz, por su parte, afirma que los datos más antiguos que hacen referencia a la iglesia son de 1670, cuando era capilla y que posteriormente en 1720 se convirtió en parroquia, cuando se registraron los primeros bautizos, en el mismo lugar donde hoy se alza la iglesia de Santa Lucía.
La sal de Zipaquirá financió
en parte, la gesta libertadora.
Para los historiadores, la sal de Zipaquirá financió, en parte, las campañas libertadoras de Antonio Nariño y Simón Bolívar.
Después del triunfo en la Batalla de Boyacá, Simón Bolívar llegó a Zipaquirá el viernes 20 de septiembre de ese mismo año. Al día siguiente, Bolívar visitó las salinas de la ‘Villa de la Sal’. Estas le fueron entregadas, junto con oficinas, dinero y otros enseres, por el ingeniero alemán Jacobo Wiesner, iniciando así el proceso de construcción de la República. Relata la historia.
En honor a este aporte zipaquireño, para la conmemoración del bicentenario de la independencia, fue develada la obra del artista Antonio Frío, que si bien nació en Bucaramanga, se hizo artista plástico en la ciudad de la sal y allí se descubrió en aquella fecha, en la Alameda del Estudiante, su obra bautizada: Don Simón Bolívar, El Visionario.
Escultura, de don Simón Bolívar, El Visionario, obra y nombre del artista Antonio Frío (q.e.p.d.). La escultura, ubicada en la Alameda del Estudiante en Zipaquirá, muestra una imagen diferente del libertador, con botas, ruana, sombrero y bigotes, en homenaje a los campesinos que participaron en nuestra independencia.
“Es una iconografía poco conocida de un Bolívar, reivindicando la importancia del campesino en las luchas independentistas, con espada en la mano y paso apurado señala en el horizonte la estrella que guía a nuestro pueblo a la verdadera y definitiva libertad”, afirmó el autor de la obra, Antonio Frío (q.e.p.d).
Navidad en la hacienda de Fusca
Y aunque las huellas del Libertador a la entrada de la hacienda de Fusca, las borró el paso del tiempo, todavía se conserva en perfectas condiciones la habitación donde se alojaba, y en el baño, la tina en la que se sumergía, dejando atrás sus extenuantes jornadas.
La famosa tina, dónde se bañaba y descansaba Bolívar en medio de
sus campañas a su paso por Chía. Tal y como aseguran las propietarias de la hacienda Fusca.
Sobre la antigua carretera del Norte, hoy carrera 7, a la altura del km 20 y al abrigo del cerro de Las Petacas, al sur de Chía, se encuentra la hacienda de Fusca. Según el libro Haciendas de la Sabana, escrito por Camilo Pardo Umaña, relata que esta hacienda albergó al Libertador y a sus edecanes.
Que su construcción, en 1615, se le atribuye a Ignacio María de Tordecillas Hernández, canónigo doctoral y racionero de la Catedral de Bogotá. Por ese entonces, la Hacienda quedaba ubicada cerca de un mercado de sal frecuentado por las tribus de Zipaquirá y Guatavita.
Cuenta que fue adquirida en 1840 por don José Mamerto Nieto, en 1919 su dueño era don Mauricio Tamayo y en 1945 pertenecía a sus herederos, don Ramón Tamayo Torrevella y su esposa Sofía Londoño.
Fachada frontal de la casa de la hacienda Fusca, con más de 300 años y
que solo en poder de la familia Tamayo tiene 175 años. Imagen, cortesía, familia Tamayo
El 28 de septiembre de 1978, María Mercedes de Tamayo fundó en una bella casona al lado de la histórica hacienda, el restaurante El Rincón de Fusca, donde se encuentra la más tradicional gastronomía cundí – boyacense, hasta hoy en día.
La espada del Libertador:
impotente frente a los nuevos opresores
La histórica Hacienda Fusca, baluarte del patrimonio y memoria viva de nuestro municipio y del país por su lugar en nuestra historia de independencia, se destaca por la conservación tanto de la casa como del mobiliario y de los objetos de época en que Bolívar la visitaba. En lugar de ser protegida, conservada y exaltada, por las instituciones nacionales, departamentales y municipales, su destino, hasta ahora, parece indicar que podría terminar vendida o rematada, lo que significa que también podría ser sepultada en el olvido hasta que todo se pueda demoler y construir otro tipo de propiedad, en lugar de sacar adelante y para la posteridad, este lugar de valor histórico nacional.
En pocas palabras, da lástima que el Libertador ya no pueda, ni con el filo de su espada, ni con su valor o su ejemplo, libertarnos de las nuevas formas de opresión: La corrupción, la desidia y el olvido.