El divisionismo de Trump no funciona tan bien en una pandemia
Para los destructores de izquierda y de derecha, la política es la guerra que da sentido a sus vidas.
Por suerte, los destructores no van ganando. Estados Unidos está bastante unido en este momento. Una encuesta de ABC News/Ipsos de la semana pasada reveló que el 98% de los demócratas y el 82% de los republicanos apoyan las medidas de distanciamiento social. Según la encuesta de Yahoo News/YouGov, casi el 90% de los norteamericanos creen que si las restricciones terminaran hoy, sería probable una segunda oleada de contagios.
Un sondeo de Pew reveló que el 89% de los republicanos y también el 89% de los demócratas apoyan el paquete bipartidario de ayuda federal. El 77% de todos los ciudadanos adultos piensan que será necesaria más asistencia financiera.
De acuerdo con una encuesta de USA Today/Ipsos, la mayoría de las políticas implementadas hasta la fecha gozan de un abrumador apoyo entre los seguidores de ambos partidos: más testeos (casi 90%), freno temporario a la inmigración (79%) y continuidad de las restricciones hasta el fin de abril (69%). Un sondeo de KFF revela que la gente que perdió su empleo apoya las restricciones tanto como quienes lo conservan.
El negocio de la polarización detesta tener que admitirlo, pero, dejando de lado a Trump con su circo, lo cierto es que el pueblo norteamericano no estaba tan unido como ahora desde los ataques del 11 de septiembre de 2001. La pandemia nos ha recordado que dependemos unos de otros y que hace falta un Estado fuerte y eficiente.
La pandemia también nos ha llevado a niveles más profundos. La polarización de las últimas décadas no se debió a que cada vez estemos menos de acuerdo unos con otros, sino a que nos odiemos cada vez más. Y para eso fue necesario un bombardeo permanente de deshumanización.
Esa deshumanización siempre ha sido más bien un espejismo. Un nuevo estudio del grupo Beyond Conflict revela que tanto republicanos como demócratas exageran significativamente el odio y el desacuerdo que el otro bando siente por ellos.
La pandemia ha resultado ser una imponente fuerza humanizadora, que nos ha permitido vernos en un nivel mucho más profundo que la política, con nuestras fragilidades, nuestros miedos y nuestro coraje.
El 8 de mayo, la red de televisión pública de Estados Unidos (PBS), estrenará «In This Together: A PBS American Portrait Story», un programa donde ciudadanos comunes se filman con sus celulares y cuentan cómo están atravesando este momento.
Hay una madre que da a luz a sus mellizos en un hospital donde hay coronavirus. No podrá ver a sus recién nacidos durante semanas.
También hay un enfermero y una enfermera que están casados y que tuvieron que mandar a su hijo de 6 años a vivir un tiempo con la abuela, para poder seguir concurriendo al hospital. El chico no entiende lo que pasa y su frustración se manifiesta en forma de rabietas.
Hay también una mujer mayor sentada a oscuras en el living de su casa: «Nunca esperé quedarme sola. Mi esposo dio positivo y murió después de una semana. Esperó hasta el Día de San Patricio para morirse. Los dos teníamos 78 años y, por gracioso que parezca, siempre pensé que envejeceríamos juntos. Pero me quedé sola».
También nos unen quienes se sacrifican por el bien común: la enfermera que se vino a Nueva York desde Carolina del Norte para ayudar, dejando en casa a su bebé de ocho meses, los intensivistas que presencian día a día muerte tras muerte, los trabajadores que se instalaron a vivir durante 28 días en una fábrica para seguir produciendo máscaras.
En épocas normales, los destructores acaparan las cámaras y los titulares de los diarios. Pero ahora vemos a los ciudadanos comunes, dañados en lo más hondo, dando lo mejor de sí.
Y en todas partes escucho la misma consigna: Estamos parados en el umbral del futuro y no vamos a volver a lo mismo que era antes.
Traducción de Jaime Arrambide