¿UNA CRISIS PARTIDISTA SUPERABLE?

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La formación de esa masa crítica ha de hacerse desde abajo, con la gente y en relación con las actuales condiciones nacionales e internacionales.

Por Alberto Conde Vera | Columnista | Opinión |

Tener una oposición al gobierno, en un país con las particularidades de Colombia es de suma importancia, puesto que nuestras contradicciones van mucho más allá de las que se dan en otras democracias del mundo. Además, tenemos una gran diversidad étnica y por lo mismo diversas organizaciones indígenas que velan, como debe ser, por sus propios intereses. 

Somos, por otra parte, un país con fuertes conflictos armados, estimulados y financiados por la existencia de grupos dedicados a la producción y distribución, en el mundo y en nuestro propio país, de drogas psicotrópicas. Pero además padecemos una fuerte polarización entre partidos políticos de izquierda no violentos y los de una derecha recalcitrante que gobierna desde hace 10 años y hasta el año 2022. 

En estas condiciones se presenta una diferencia al parecer antagónica en el seno de uno de los partidos de mayor importancia en el país: el Polo Democrático Alternativo.  En un comunicado firmado por el Presidente del Polo, Álvaro Argote Muñoz y el secretario General, Gustavo R. Triana Suárez, luego de afirmar que siempre ha existido un espíritu de unidad, en el interior de este partido, se dice que “… a la fecha acumulamos un importante número de diferencias de orden táctico y de enfoques sobre cómo abordar la compleja situación  nacional y sobre el papel del partido en la lectura del momento político del país, y ante la inviabilidad de poder coincidir al respecto, un sector del partido encabezado por el senador Jorge Enrique Robledo, ha solicitado poder hacer uso del derecho a la escisión voluntaria para separarse política y legalmente del Polo Democrático Alternativo.” 

Sin lugar a dudas, es lamentable que esta situación, -resultado de grandes divergencias y luchas internas a lo largo de la vida del Polo-, se haya manifestado públicamente, en estos momentos de crisis nacional. 

En realidad desconozco los detalles que llevan a expresar actualmente esta divergencia, pero considero que el propósito de crear y consolidar un gran frente político con fuerzas progresistas, valga decir con fuerzas que estén dispuestas a buscar un desarrollo nacional, basado en la necesidad de alcanzar el mayor desarrollo empresarial, tecnológico, científico y cultural de esta querida Colombia, es un objetivo estratégico irrenunciable, porque es la única forma de acabar con la pobreza en nuestro territorio y garantizar realmente el ejercicio pleno de los derechos humanos y legales de nuestro pueblo. 

Esa, pienso, ha sido la guía del senador Robledo en todas sus actuaciones desde hace muchos años. Constituir un frente de esta naturaleza no es nada fácil, en un país donde el oportunismo político, que incluye la visión electorera, la inmediatez, la corrupción y el facilismo, así como una visión del poder predominante en el país, según la cual este tiene lugares de residencia como el Estado y otros que, dicho sea de paso, comparte la concepción liberal del poder, dificulta enormemente la permanencia, en dicho frente, de tendencias que lo conforman. 

Personalmente creo que el poder es direccionamiento a partir de las relaciones que se tejen y que este hecho implica la formación de una masa crítica estable, capaz de movilizar a la mayoría de la población en la dirección escogida. De no ser así, todo se irá en buenas intenciones y servirá para que algunos individuos sacien sus ansias de poder, su afán de reconocimiento para terminar finalmente enfrentándose a sus electores. Según he aprendido desde mi experiencia y desde mis lecturas, el apoyo electoral no es un compromiso perdurable ni con un programa ni mucho menos con un partido o frente político. 

El apoyo electoral -y esto es más cierto en nuestro país-, es un apoyo condicionado tácitamente a la idea de un beneficio inmediato colectivo o personal, en el cual no existen ni la intención ni el propósito de construir un país distinto, una nueva manera de vivir en la empatía y en la colaboración. El apoyo político, no reducido exclusivamente a las elecciones, supone un trabajo organizado, fuerte y hecho desde el corazón para lograr una transformación cultural tanto en el ámbito de la política como en el de la vida social y familiar. Así que no se trata de votos, mientras estos no señalen una nueva visión del país y de las relaciones entre los humanos y de estos con la naturaleza en por lo menos una mayoría del electorado; se trata de la construcción, desde abajo, de esa gran fuerza, cuya consolidación -como dije-, requiere un gran esfuerzo, una tarea de análisis político con la gente, un desarrollo de la conciencia política del pueblo en la dirección de entender la inevitable existencia de la diversidad, del pluralismo, de la necesidad de buscar acuerdos en torno a la posibilidad práctica de avanzar  en la dirección establecida para lograr mejores condiciones de vida para todos, e incluso de cambiarla, si los hechos sugieren la necesidad de hacerlo. 

Esto implica renunciar al mesianismo, al caudillismo y centrarse en la construcción de esa gran fuerza renovadora. De nuevo afirmo que no se trata de radicalismos excluyentes, ni de transacciones políticas inmediatistas y oportunistas para satisfacer ambiciones personales, sino de construir paciente y seriamente un nuevo camino con la gente. La ilusión de una transformación social desde arriba, desde el Estado, no es más que eso: una fantasía. Ese aparato, gústenos o no, es un aparato construido en el pasado al influjo de intereses que no corresponden a los intereses de la mayoría y que por lo mismo debe ser absolutamente transformado. Transformación que no puede ser obra de una minoría de caudillos separados de la población, sino de una fuerza crítica que apoye y trabaje en esa dirección.

Por lo demás, la unidad no puede basarse en la escogencia de un “líder”, sino en la necesidad histórica de buscar coincidencias con distintas fuerzas democráticas para lograr esa masa crítica y buscar la persona que más posibilidades tenga de ayudar a lograr ese objetivo, aprovechando la coyuntura electoral. Empero -reitero-, no es desde el Estado que tal fuerza se constituirá, pues las obligaciones y el cumplimiento de las funciones establecidas para un Estado cuya construcción fue obra de otros individuos, con otros intereses, en otra época bastante distinta a la que hoy vivimos, impedirá tal construcción. 

La formación de esa masa crítica ha de hacerse desde abajo, con la gente y en relación con las actuales condiciones nacionales e internacionales.

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