La marcha de la esperanza

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Hay que parar la guerra en todas sus expresiones y hacer acuerdos para reconstruir un país próspero para todos. 

Por Alberto Conde Vera | Columnista EPDC | Opinión |

Cali, junto con Medellín, son epicentro de las manifestaciones que mas rechazan la descomposición social y ética del país.
Son también las ciudades donde el narcotráfico tuvo a sus principales capos y donde hoy también se expresa todo lo contrario.
Donde se pide por la dignidad ciudadana, por el espíritu de renovación y reconstrucción de una sociedad colombiana cuya descomposición inició en los años 80, con la desastrosa relación entre narcotráfico y política.

Al oír hoy en la televisión a un empresario caleño, -lo resalto porque es la expresión de lo nuevo que nace en este atormentado país-, hablando de reconciliación y de silenciar las voces para ejercitar la escucha, para reflexionar tranquilamente sobre lo que está sucediendo y sobre lo que nos pasa, fue como vislumbrar la luz de la esperanza, la confirmación que vamos encontrando los modos de acercarnos para construir la nueva Colombia que todos queremos. 

El ejercicio de la escucha es fundamental en una nación cuya cultura se apoya en los supuestos. Porque es así; aquí no oímos y tampoco conversamos. Antes de que alguien termine de hablar sus interlocutores ya han hecho varios supuestos, sobre lo que supuestamente quiere decir “en realidad”, ese alguien. 

Así el diálogo deja de ser tal y se convierte en una discusión irreconciliable. El diálogo supone indagación, es un acto para precisar, mediante la pregunta, lo que otro dice; no es un acto de adivinación. 

El diálogo es también la oportunidad de expresar nuestras ideas, nuestro pensamiento de la mejor manera posible y exige que estemos dispuestos a ser interrogados. 

Sin dudas no hay diálogo, puesto que la ausencia de duda supone o que estamos totalmente de acuerdo, lo que es muy difícil, o que nosotros o nuestro interlocutor tienen la verdad. 

La interrogación no es ofensa, ni agresión; es búsqueda de claridad. El diálogo es el instrumento para ponernos de acuerdo, luego de examinar desprevenidamente las posiciones y opiniones de los otros y de oír con atención los interrogantes y las dudas de los otros sobre nuestras posiciones y nuestras ideas. 

Entonces, el punto álgido aquí es abandonar nuestra pretensión de verdad absoluta y la idea de que el diálogo es una competencia y que, por tanto, se trata de ganar. 

Dialogamos para encontrar el camino conveniente para todos los interlocutores, aunque haya quienes no lo entiendan así. La vida les hará entender su error. 

El camino no está trazado; el camino se construye y como cualquier construcción encontrará dificultades, obstáculos, que precisamente deben superarse mediante el diálogo.

Esa es la importancia de la MARCHA DEL SILENCIO de los caleños, así como del hecho de que sean los industriales quienes se pongan al frente, porque eso implica que empiezan a entender que sus colaboradores, los trabajadores de los distintos niveles, son sus amigos y aliados principales, por lo que deben ser tratados como tales. 

Y también implica que los trabajadores empiezan a comprender que los empresarios no son sus explotadores, sino la fuerza en la que deben apoyarse para construir un mundo mejor. Es un fuerte cambio de paradigma. 

Un nuevo paradigma que implica reconocer que una nación no es un hecho cumplido, sino un proceso en evolución que debe mejorarse día a día con la participación de todos sus integrantes. 

Es un nuevo aprendizaje que todos debemos hacer. Y este es el objetivo: una nación próspera, pujante, con una ciudadanía clara en sus propósitos y una cultura del respeto, del diálogo, de la autocrítica y la crítica, de la participación para resolver y no para imponer.

Creo que como dice Michel Foucault, el muy ilustre pensador francés, el poder no es un sitio a conquistar, ni una cualidad o algo que poseemos y podemos ceder, sino una relación. 

Una relación que, como hemos visto en estos momentos del paro, exige un direccionamiento. Así que el poder en últimas es esa capacidad para orientar y dar dirección en un momento determinado a una relación entre individuos o grupos de individuos. 

¿Cuál es la dirección más acertada que necesita Colombia en estos momentos? Esa es la gran pregunta que deberemos responder en nuestros diálogos, recordando que no se trata de imponer una idea preconcebida, sino aceptando que estamos en crisis, porque lo que teníamos ya no responde a nuestras realidades y necesidades actuales y que, por consiguiente, necesitamos tiempo para definir la nueva dirección, conjuntamente entre trabajadores, empresarios del campo y la ciudad, desempleados, estudiantes, inversionistas, comunidades religiosas; en fin, entre todas las fuerzas de la sociedad colombiana actual. 

Como este es el proceso de construcción de un nuevo camino, vale decir de una nueva forma de relacionarnos, es claro que no podemos esperar una solución inmediata. 

Mientras tanto hay que establecer unos acuerdos mínimos que nos permitan regresar a la tranquilidad en lo inmediato y continuar, por otro lado, el proceso de definición del nuevo rumbo del país. 

Por eso creo que hay que saludar con entusiasmo la iniciativa de los caleños; porque así es como debemos empezar.

De otra manera, necesitamos entender que este es un problema político y que por tanto debemos asumir posiciones políticas. 

La política entendida como la organización de la población para la participación; como la correcta administración de los recursos de una nación, como el instrumento para direccionar el desarrollo de un país; como la capacidad para brindar oportunidades de educación, emprendimiento y trabajo para todos los pobladores del territorio nacional; como la garantía para que florezca la diversidad y se respete la diferencia. 

La política no es ni la manipulación ni la compra o el trasteo de votos que frecuentemente presenciamos en los períodos electorales, ni el engaño de las promesas incumplibles. 

Eso es el arte de la mentira, en el que participan tanto el engañador como el engañado, este último por limitaciones para la crítica y por la presión de la insatisfacción de necesidades vitales. 

Así que este es el momento de la participación de todos para el cambio de rumbo del país y evidentemente el paradigma que nos debe guiar, no es para nada el de convertir la política “en la continuación de la guerra por otros medios”.

Hay que parar la guerra en todas sus expresiones y hacer acuerdos para reconstruir un país próspero para todos. 

*Foto de portada de Blu Radio

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