Los puntos sobre las iés

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Hemos vivido días azarosos, difíciles, contemplado a su vez el carácter y firmeza de los jóvenes que han llenado las calles exigiendo sus derechos. 

Por: Alberto Conde Vera Columnista EPDC | Opinión |

La protesta, que ha sobrepasado el mes, ha alcanzado un fuerte nivel de violencia causando grandes angustias y profundo dolor a muchas familias, así como a los indígenas que reclaman el respeto que merecen y siguen en pie de lucha por la defensa de sus territorios. 

De la misma manera, oímos expresiones fuera de tono y de pasadas épocas, racistas y excluyentes, como las de quienes aconsejan a los compatriotas que decidieron conservar sus tradiciones y avanzar a su propio ritmo, que regresen a la selva, supuestamente porque ese es su lugar. 

Todos los citadinos de alguna manera hemos sufrido las consecuencias del prolongado paro y de los bloqueos en las vías. 

La realidad es que nos encontramos en un coyuntural momento histórico de fundamental importancia, que puede llegar a convertirse en punto de partida para un nuevo rumbo de la sociedad colombiana. Así que es oportuno precisar algunas cosas:

Primera, el presidente Duque no es el monarca, ni el príncipe heredero de un reino agotado por los abusos de quienes lo han explotado. 

Duque, usted es el presidente de un “Estado social de Derecho organizado como República unitaria descentralizada,” y “con la obligación de servir a la comunidad, promover la prosperidad general y garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución, facilitar a todos la participación en las decisiones que los afectan en la vida económica, política, administrativa y cultural de la Nación. 

Sobre sus hombros recae el deber y la obligación de defender la independencia nacional, mantener la integridad territorial y asegurar la convivencia pacífica y la vigencia de un orden justo.” 

Así reza en la Constitución Política, que presentaron al Congreso los constituyentes de 1991 de nuestro país. Entonces presidente Duque, no es el pueblo arrodillado a sus pies, como en la edad media, es usted el servidor de la comunidad colombiana y un servidor que debe ser eficiente y eficaz en ese servicio, tal y como lo ordena nuestra Constitución. 

Claro, muy pocos mandatarios han sido esa clase de servidores, y usted ciertamente no es uno de ellos, pero tiene tiempo para serlo.

Segundo, el estado actual de desorden, confusión, desesperanza y falta de referentes, no es responsabilidad del pueblo que trabaja en las fábricas, el campo o en las calles  con humildad, soportando toda clase de privaciones. Como tampoco es de los jóvenes.

Esta situación es responsabilidad de quienes han dirigido el país, en especial su gobierno, torpe y ciego, que jamás supo leer la realidad que ese pueblo que está viviendo, su tristeza y su dolor, el sufrimiento y malestar que causa el hacinamiento en inquilinatos, la falta de dinero para satisfacer mínimamente necesidades de subsistencia, como también el derecho a reclamar, proponer, exigir y hacer efectivo su clamor, a pensar libre y apropiadamente, a crear y a transformar. 

En cambio, usted, sus colabores y asesores optaron por una reforma tributaria y otra al sistema de salud que, unidas a la pandemia que aún padecemos, fueron la “chispa que incendió la pradera”. 

Tercero, como ya lo señalábamos, la obligación que Usted tiene moral, ética y política de cumplir con el mandato de servicio que le impone la Constitución.

Para ser el guía que supone el cargo que ejerce, – debe usted ser un líder, inspirador y fervoroso hombre que genere ánimo, esperanza, confianza y tranquilidad en el pueblo, y, desde luego, el carismático servidor que usted no ha sido. Bueno, ninguno de sus antecesores tampoco.

Cuarto. Estamos en el siglo XXI, el de los grandes cambios hacia la justicia social, la equidad, el amor a la vida, la unidad con la naturaleza, el que anuncian países como Estonia, Suecia, Bután y muchos otros que están en tránsito recorriendo caminos similares. 

Se trata del derecho a vivir bien, lo cual no puede tener exclusividad, no puede ser un privilegio y, si bien circunstancias históricas determinaron las enormes diferencias generadas en el proceso de  construcción de la sociedad que hoy tenemos,  las crisis económicas y sociales han demostrado que ese crecimiento de la pobreza, cuantitativa y cualitativamente hablando, es el lastre que causa la inseguridad, la violencia en todas sus formas, el resentimiento y el odio.

Dada la manera de entender la gobernabilidad en nuestro tiempo, se consideran necesidades menores, la educación y la cultura. 

Los individuos más desarrollados de la humanidad, han comprendido ya, que no tiene sentido acumular riqueza para ser el número uno y que, en cambio, facilitar el desarrollo para estar unos más cerca de los otros, hace la vida más espléndida, más placentera, relajada y grata.  

Han comprendido que en verdad la felicidad no depende de la diferencia en el tener sino en el ser. Tener para servir y servir para tener. El servicio y la unidad con los otros son la base de la felicidad social e individual. 

Es la línea, como decíamos en los sesentas del siglo pasado. Entonces, presidente Duque, sabiendo usted la desconfianza que existe en el pueblo respecto de los gobiernos y los políticos, ¿por qué se niega a negociar? ¿Quiere demostrar que es usted el reyezuelo que no se doblega ante nadie e impone su “autoridad”? 

Los obreros y trabajadores de Colombia, me acabo de enterar, han tenido un gesto de grandeza ordenando desescalar los cierres de vías. ¿Por qué no corresponde usted con un gesto similar? La autoridad, presidente Duque, proviene de la sabiduría, la empatía y la capacidad de servir y no del origen social. 

Quinto. Los organizadores del paro debieron saber que un paro, en las condiciones de desarrollo político del pueblo colombiano, en un país tan violento, armado y desorientado como estamos los colombianos y, encima con una pandemia, no eran condiciones para adelantar una transformación política.  

También debieron entender que los objetivos alcanzados, derrota de las dos reformas presentadas por el gobierno, demostraron la independencia del pueblo con relación al Centro Democrático, el despertar de la conciencia política de los jóvenes colombianos y la unidad de estos y de las fuerzas sindicales, eran resultado suficientemente importantes como para dejar el paro y entrar a negociar la estructura de las nuevas reformas que presentará el gobierno, la exigencia del respeto a los derechos de los trabajadores y otras reivindicaciones más concretas. 

Además, debieron entender igualmente, que en su esencia esta es una lucha por el destino de todos los colombianos, que su trasfondo es, por ello político y que debe darse en el campo de la política. 

Haciendo una política diferente de aquella que plantean quienes han dirigido el país. Una política orientada a resolver los problemas de todos los colombianos y no principalmente la de más ricos. 

Una política hecha con la participación efectiva del pueblo y no contra él. Una política que privilegie la salud, la educación en todos sus niveles y gratuita para todos,  orientada a impulsar el desarrollo, no a favorecer a una minoría. Es decir, una política para la paz y la concordia sin excluir la colaboración extranjera, mediante una inversión que produzca bienes y servicios y que incremente el empleo. 

Esa es la lucha que sigue. La lucha por construir la nueva Colombia. Usted, presidente Duque debería actuar como un verdadero líder, cuyo ejemplo sirva a la nuevas generaciones para convertirse en inspiradores de la voluntad de servir y de construir conjuntamente la sociedad que deseamos.

* Foto de portada: “En las marchas de Chía” Foto: Santiago Jiménez. IG:Kinok69a

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